Como adelantaba en la entrada anterior, llegamos a Jaén por la noche, y allí nos encontramos con mi amigo Luis, al que llevaba unos 10 años sin ver aproximadamente. Fue un encuentro formidable, como si no hubiese pasado el tiempo, y nos llevó por las calles del Jaén histórico, donde sus amigos estaban pidiendo el aguinaldo vestidos de tuna y paseando al auténtico burrito sabanero, que en este caso no va camino de Belén, sino de Jaén! Conocimos los bares de cañas más míticos de la noche jienense, comimos las mejores tapas y paseamos por múltiples rincones. Además tuvimos mucha suerte, porque la catedral estaba abierta de noche (y con entrada gratuita) debido a que se celebraba el concierto de la Cantoría de Jaén por los últimos días del año y la víspera de la navidad. Nos quedamos un rato escuchando los cantos y salimos para seguir tomando cerveza.

Por la mañana temprano conseguimos que Luis fuese puntual por primera vez en su vida, y nos acompañó a visitar los baños árabes de Jaén, los que son probablemente los más grandes de la península, y que se encontraron enterrados en los sótanos del palacio de Villardompardo. Están en perfecto estado y además hay un museo de costumbres populares en el mismo palacio. Después de la visita, desayunamos allí mismo, y disfrutamos de las vistas de la ciudad desde el mirador que tiene en el tejado.

Paseamos un poco por las mismas calles de la noche anterior para verlas con luz solar y Luis me enseñó a “la mona”, una curiosa figura situada en una esquina de la catedral, que no se sabe si es un baphomet, simplemente la representación de Enrique Egas, autor del friso gótico en el 1500 o incluso un símbolo judío, pues lleva atuendos que podían ser característicos de esta religión tan habitual en esos años. Sea lo que sea, hay muchas historias relacionadas con este personaje en las crónicas de la Jaén misteriosa.

Más tarde nos fuimos con él al castillo, desde donde pudimos disfrutar de las magníficas vistas de la ciudad, sus cerros circundantes y sus infinitos mares de olivos que llegan hasta el fin del horizonte. La bruma mañanera le dio un toque especial, haciendo que las fotos pareciesen mágicas, con una catedral gigantesca enclavada en medio de múltiples casitas.

Después de que nos acompañase a una cooperativa aceitera y comprar unos cuantos litros recién extraídos del mejor aceite de oliva del mundo, nos despedimos y proseguimos nuestro camino hacia Baeza, donde visitamos algunas iglesias y paseamos por sus plazas y calles, aprovechando para tomarnos las últimas tapas antes de subir hacia Cuenca, última parada en nuestro viaje.

De camino a Cuenca, y casi a contra reloj, pues el sol se iba ocultando poco a poco, llegamos hasta Campo de Criptana (Ciudad Real) para ver los famosos molinos de viento contra los que se enfrentó Don Quijote de la Mancha. Allí hay 10 molinos, de los cuales 3 son del siglo XVI. El atardecer en este helado altillo fue precioso, y llegamos en los últimos 10 minutos del ocaso del sol para despedir al día con estas fantásticas escenas.

En el camino pasamos también (aunque a la carrera) por los molinos de viento (de 1790) del pueblo de Herencia, situados en lo alto de un cerro, conformando un paisaje muy bonito, que sumado a las extensas planicies de Castilla la Mancha llenas de vides, convirtieron esta etapa final del viaje en algo inolvidable.

Antes de llegar a la ciudad de Cuenca, pasamos por La Alberca de  Záncara, el pueblo de Luz, una amiga de Vero del máster, con quien pasamos un par de horitas antes de proseguir viaje hasta nuestro último destino.

---