Carretera y abismos

Estoy escribiendo esto con un chorro constante de sudor resbalando desde mis sienes hasta la barbilla; las gotas se me acumulan en el pantalón, que va filtrando el humano fluido y provocando una mancha de aspecto desagradable que no para de crecer. Me encuentro en Pemba, sin electricidad, y por tanto, sin ventilador. No hay nada más desagradable que la humedad dentro de un edificio de cemento situado en pleno meollo de una ciudad tropical. Aprovecho mis últimos minutos de energía en la batería del portátil para escribir esto, mientras espero al servicio de reparaciones eléctrico, que puede demorar una hora, dos o incluso toda la noche.  

Venía de Mecúfi pensando en actualizar esto, pensando en la relativa maravilla que es Pemba, con acceso a internet, al mundo, con amigos y con aire acondicionado; y sin embargo me encuentro con esto, con este silencio…Solo se escuchan de fondo algunos sonidos mezclados: La mezquita llamando al rezo, los grillos y las ranas, algunos gritos de niños y borrachos nocturnos. Sin embargo, todo eso es tan leve, tan mínimo, que el sonido de las teclas en esta noche, cerrada ya a las 18:34 de la tarde, resuena por toda la casa.  

Y ahora, tras la breve introducción, y ya puestos en contexto, prosigo con el viaje por Sudáfrica.   Salimos del Kruger y bajamos hacia Swatzilandia pasando por unos puertos de montaña espectaculares, el cañón del río Blyde. Se trata de una serie de montañas redondeadas, completamente pobladas por coníferas que sirven de explotación maderera. Lo mismo te encontrabas con zonas completamente pobladas de pino y otras recién cortadas que daban lástima. Eso sí, siempre, siempre, las vistas eran excesivamente bellas, un goce para la vista. A lo largo del camino existen varios miradores para detenerse a disfrutar de las caídas de agua que tiene el río. Nunca he visto unas montañas tan verdes, llenas de césped. Y esos montes hablaban, te susurraban al oído “tírate rodando desde lo alto, estás deseando volver a tener cinco años”.  

Para mi gusto solo falló el estilo de construcción sudafricano. Todas las ciudades y pueblos están diseñados para desplazarse en coche, con un super centro comercial y manzanas enormes. A lo largo de todo nuestro trayecto no encontramos una sola ciudad en la que diesen ganas de bajarse del coche y lanzarse a pasear, una lástima…  

De pueblo en pueblo llegamos entre más montañas hasta la frontera Noroeste de Swatzilandia, que una vez cruzada, desemboca en un pequeño pueblo de mineros llamado Bulembu, que tiene una antigua mina abandonada y todos sus almacenes y herramientas, por ende, también abandonados por los suelos. Un lugar curioso y atractivo, donde sí paseamos un poco y estiramos las piernas después de el largo viaje que llevábamos a las espaldas.  

Y lo que nos quedaba! Porque después de Bulembu, los siguientes 20 km. eran de arena, baches y piedras, y con el coche alquilado pasamos un pequeño mal rato entre vistas tan espectaculares que nos hacían olvidarnos de que nos la estábamos jugando si nos rompíamos los bajos del coche. Con cuidado y poco a poco, llegamos a la pista asfaltada, donde prosiguió nuestro viaje hacia el interior de este pequeño país…  

PD: Actualizo esto a las 22:49 bajo el aire acondicionado, todo en orden de nuevo 🙂

Y el viaje siguió…

0 Comentarios Agrega el tuyo

  1. MARIA JOSE GARCIA dice:

    la foto de Irene y sus amigos, es digna de portada de disco, los tres con sus gafitas de sol, tan bien colocaditos y con la vegetación delante de sus caras. Me encanta

  2. Esta muy bien el blog, no lo conocía hasta ahora, me pasaré más a menudo a leerlo. Aprovecho para felicitarte el 2012, un saludo!!

  3. David C. dice:

    El lugar por las fotos se presenta tan natural y bello, dan ganas de conocer. Éxitos en el Concurso20blogs.

    Los invito a que visiten mi blog en la sección de cine, se llama “Cine para usar el Cerebro”.
    http://cineparausarelcerebro.blogspot.com/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *