Amanecimos en Rovinj (Croacia) y buscamos dónde desayunar mientras paseábamos por todo el pueblo. Juan se bañó de nuevo en el agua helada de la mañana adriática y disfrutamos de un agradable paseo por sus calles antes de dirigirnos hacia Eslovenia.

La primera parada eslovena después de pasar la frontera fue en la ciudad de Piran, el punto más occidental del país y única salida al mar de este. Es la parte de la península de Istria que sigue siendo eslovena; y su casco antiguo es muy parecido a las ciudades que veníamos visitando los últimos días. Casas antiguas con techos de teja, altas iglesias con campanarios elevados y callejuelas laberínticas empedradas. La parte histórica es muy colorida y moderna en general, con pequeños restaurantes que miran al mar y concurridas placitas con cafeterías de moda. La plaza Tartini, con sus paredes de colores y su estatua al violinista con el mismo nombre, es uno de esos lugares donde uno podría sentarse a ver pasar el día.

Después nos fuimos hasta las cuevas de Skocjan, uno de los lugares patrimonio de la humanidad más impresionantes que he visto en mi vida. Se trata de unas cuevas karsticas de más de cinco kilómetros de largo, por los que circula el río Reka en su interior, creando cascadas y grutas de más de 140 metros de altura. Una pasarela construida de una manera cuidadosa y detallista, circula por una de las paredes de la cueva, con una iluminación impecable y unas vistas vertiginosas. Una lástima que no se permita hacer fotografías dentro, pero busquen en internet, o mejor vayan a visitarlas, para entender a lo que me refiero.

Después de esto, nos fuimos hasta el castillo de Predjama. Se trata de un castillo construido en 1570 en la boca de una gruta de más de 9 kilómetros de profundidad. De este modo, ante un ataque, había posibilidad de refugiarse en su interior, e incluso, de salir por sus pasadizos secretos hasta las poblaciones vecinas para obtener alimento en caso de sitio. Así fue como Erasmo de Predjama sobrevivió durante un año y un día a un sitio realizado por el emperador austriaco Federico III. Durante todo este tiempo, los empleados de Erasmo le lanzaban frutas frescas a los soldados que se volvían locos, pues no entendían de donde las sacaban. Finalmente, una noche en la que Erasmo fue al baño (un cuartito en una esquina del castillo que desaguaba en el precipicio), uno de sus sirvientes, traicionándole, le vendió al enemigo encendiendo una vela para avisar de que podían lanzar el cañonazo hasta este punto vulnerable del castillo, acabando así con su vida.

El castillo está habilitado como museo, con bastantes mobiliarios de la época, armas de todo tipo y armaduras. En un punto del castillo se prohíbe el paso, pues empieza el entramado de túneles, que está sin explorar completamente hoy en día. Es alucinante pensar cómo podrían soportar los fríos inviernos eslovenos refugiados en una gruta tan húmeda y con escasos recursos alimenticios.

Para concluir el día, acabamos en un pequeño pueblo llamado Orehek, donde una amable pareja de ancianos nos recibió en su vivienda habilitada para hospedar turistas. Allí nos ofrecieron tarta de manzana y rakia tradicional destilada en casa, una delicia. Situado a pocos kilómetros de Liubliana, capital del país, pudimos disfrutar de un ambiente rural maravilloso, donde descansamos para afrontar los dos últimos días del viaje.

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