Fecha: 12 al 18 de noviembre de 2022
Como explicaba en la entrada anterior, después de recorrer medio mundo, aterrizar en El Cairo, pasear entre las pirámides de Giza y volar a Sharm-el-Sheij, en el extremo sur de la península del Sinaí, llegué a la COP 27 sin saber muy bien en qué franja horaria me encontraba ni física ni mentalmente.

Allí participé en varios de los eventos que teníamos programados, interactué con cientos de personas, hice reportes en directo, fui entrevistado por diferentes medios, mantuve reuniones formales y me tomé algunas cervezas con amigos. Fueron cinco días de frenesí y actividad sin descanso, en los que, casi como un autómata, trabajaba, despertaba y volvía a dormir sin casi comer ni mirar ni qué hora era.
El último día, después de la cena, me animé para apuntarme a un tour de snorkel en el Mar Rojo; temprano en la mañana porque volaba al medio día. Sin embargo, abrí los ojos como despertando de mil años de sueño a las 9:30 de la mañana y, por supuesto, perdí el tour. Es algo que nunca en mi vida me ha pasado; no escuché el despertador, y lo que es peor, no escuché que me estuvieron tocando a la puerta. Me perdí la experiencia en el Mar Rojo por poner mi cuerpo y mente al límite. Al menos descansé.
Sharm-el-Sheij no tiene nada interesante, es un complejo de hoteles gigante y mucha modernidad. Hay una zona más céntrica que podríamos llamar “casco antiguo”, pero que en realidad no tiene casi nada reseñable. Creo que lo más interesante de esta zona son las playas, que solo vi desde el avión, y su mar azul-turquesa y plano.
Tal era el descontrol debido a la COP que el hotel intentó no darme factura por hospedarme en él, y yo la necesitaba, pues me estaban cobrando 250 USD por noche. Para el reembolso era necesario el dichoso papel que se negaban a darme. Finalmente acabé con la policía turística en un absurdo rifirrafe en árabe que se solventó con la expedición de un papel escrito a mano y con un sello donde indicaban las noches que pasé en ese hotel y lo que me cobraron. Terrible, pero al menos me llevo una historia divertida para contar en mi vejez.


















