Fecha: 12 al 18 de noviembre de 2022
Lo primero que hice después de aterrizar de nuevo en El Cairo fue dirigirme a Jan el Jalili, el famoso bazar del que tanto había escuchado hablar. Este espacio fundado en el siglo XIV sobre el caravasar que funcionaba como lugar de pernocte y almacenamiento de mercancías de viajeros que transitaban por la ciudad en sus desplazamientos comerciales. Este lugar, declarado en 1979 patrimonio de la humanidad permanece totalmente abierto hasta altas horas de la noche. De hecho, llegué allí por la noche y paseé varias horas; cuando me fui, seguía el bullicio igual que como lo encontré.
Primero paseé un poco entre los comercios, donde me ofrecieron comprar todo tipo de productos, desde cerámicas hasta telas, pasando por ropas, vidrios, joyas, o decoración y souvenirs de todo tipo. Las diversas tiendas con sus platos metálicos, las lámparas encendidas de mil colores, los múltiples tejidos de todo tipo y todos los cachivaches expuestos en las callejuelas le dan una imagen super pintoresca y atractiva. Es cautivador, y de noche tiene un toque especial, disfruté mucho del paseo.
Según la UNESCO, la calle Al Muizz tiene la mayor concentración de arquitectura medieval islámica del mundo; hay cientos de edificios preciosos encajonados unos con otros, y eclipsados por el bullicio, el caos y las tiendas, pero cada rincón es sorprendente y precioso. Seguí paseando omnubilado y me encontré una mezquita enorme a la que cientos de personas estaban entrando como locas. Yo me quité los zapatos y me uní a ellas. Por dentro no es demasiado impresionante, pero por fuera es muy bonita y la iluminación, muy potente y colorida. Después investigué y se trata de la mezquita Al-Hussein, construida en 1154 para albergar la cabeza de Hussein ibn Ali, nieto del profeta Maoma. Se trata de un lugar sagrado chií de peregrinación, aunque también lo es para los suníes, por lo que se considera un lugar de unidad y tolerancia religiosa. De hecho, este lugar fue el punto de encuentro de la resistencia contra la colonia inglesa durante la ocupación británica.



















Paseando y paseando también acabé entrando en la mezquita de Al-Azhar, levantada en el siglo X, una reliquia de la antigüedad. Aunque no está tan bien iluminada como la otra, por dentro es muy interesante, con unos patios amplios y no tan colapsada de gente como la otra. Se trata también de un centro de culto y enseñanza, símbolo del conocimiento y considerada por algunos como la segunda universidad más antigua del mundo en funcionamiento continuo.



Después de recorrer las múltiples callejuelas de esta zona durante varias horas, regresé al hotel en el centro de la ciudad para descansar y afrontar el día siguiente, que lo tenía entero para conocer la ciudad, que, por cierto, necesita varios días para poder conocerse.
Amanecí un viernes 18 de noviembre y después de desayunar me fui al barrio Copto de la ciudad, donde reside la comunidad cristiana ortodoxa oriental, que se separó de la iglesia católica romana en el 451 después de Cristo, manteniendo sus tradiciones desde entonces. Para mi sorpresa, había una misa repleta dentro de la Iglesia de San Sergio y San Baco, construida, según la tradición, sobre el lugar donde María, José y Jesús, se refugiaron durante su huida a Egipto. En sus catacumbas se encuentra la gruta donde se escondieron.
Lo curioso de la misa es que los que la ofician están escondidos en un cuartito, haciendo cosas que desconozco sobre un púlpito y de espaldas al público. En algún momento cierran unas cortinas, pero hay unas pantallas que muestran en directo lo que hacen, aunque la visión directa esté cerrada. Todo en un ambiente de incienso y solemnidad. Creo que era el único turista en ese momento, más tarde fueron llegando algunos más.







Desde ahí me fui a la cercana “Iglesia Colgante”, de las más antiguas del barrio, construida en el siglo III y construida, supuestamente, sobre una de las puertas de la Fortaleza de Babilonia. Por dentro es bastante más llamativa que la otra por su mármol y columnas. Aquí ya empezaba a haber más turistas, y se oficiaba una misa bastante semejante a la que vi en San Sergio y San Baco.










En esta zona también se encuentra la Sinagoga de Ben Ezra, que se supone que se construyó sobre el lugar donde la hija del faraón encontró al bebé Moises en una cesta. Parece que todos los acontecimientos bíblicos ocurrieron en el mismo barrio.
Después de pasear un poco por el Barrio Copto, me dirigí hacia la Ciudadela de Saladino, una fortaleza que engloba tres mezquitas y varios museos. En este lugar tuvo la sede el gobierno egipcio durante más de 700 años; y aquí mismo también residían sus gobernantes. Las mezquitas en cuestión son la de Sulayman Pasha, la de Al-Nashir Muhammad y la de Muhammad Ali. Todas ellas muy bonitas y llamativas, pero se destaca la última, también conocida como “Mezquita de Alabastro”, pos sus impresionantes techos de bóveda, sus lámparas colgantes y sus patios con vistas a la ciudad, algo impresionante.
















El recorrido acaba en una explanada entre murallas de la fortaleza, donde han expuesto diferentes artefactos de guerra como tanques y cañones. Muchos egipcios visitan este lugar y se toman fotos con todos los vehículos y maquinarias expuestas. Este lugar es enorme, me pasé varias horas recorriendo cada uno de sus rincones.









Ya comenzaba a estar exhausto del calor y las caminatas, pero finalmente me animé a visitar Al-Qarafa, el barrio conocido como “Ciudad de los Muertos”. Sin tener mucha idea de dónde me estaba metiendo, comencé a caminar por unas callejuelas bastante desordenadas e informales. Poco a poco me fui dando cuenta de que, en esta zona de la ciudad, la gente convivía con tumbas y mausoleos. Incluso dentro de ellos. Parece que la migración a la ciudad, la falta de oportunidades y, sobre todo, falta de espacios habitables, hicieron que muchas familias se fuesen asentando en un viejo cementerio, ocupando los grandes mausoleos y construyendo viviendas precarias entre las lápidas. Pude observar la vida cotidiana e incluso meterme en algunas casas a las que me ofrecieron pasar. Por respeto no tomé muchas fotografías, pero lo que allí vi fue impresionante. Gente amable que me trataba de explicar cosas que no entendía, pero que podía intuir en sus miradas y gesticulación.
Aunque la precariedad es grande y las necesidades son muchas, esta zona tiene servicios que la ciudad ha acabado otorgando a los vecinos de este nuevo “barrio”. Hay electricidad, tienditas, y algunas calles asfaltadas. Desconozco si tienen saneamiento o agua corriente en las viviendas, no llegué a averiguar tanto. Llaman la atención unas torres de madera que parecen miradores como los que uno encuentra en las áreas protegidas, pero investigando un poco, creo que son minaretes rudimentarios. Había cientos en el horizonte. También pude visitar el mausoleo del sultán mameluco Qaitbey, gobernador de Egipto (1468-1495) que ha sido restaurado por la Unión Europea, y cuyo complejo incluye también una mezquita, una fuente y una madrasa. En este lugar uno podría pasear y perderse durante horas, descubriendo joyas arquitectónicas, ruinas casi desaparecidas y vida cotidiana culturalmente atractiva. Después descubrí que el barrio puede ser peligroso y es mejor entrar con guía, pero ya el pecado estaba cometido; no me pasó nada, aunque era el único turista.












Después de una parada para comer, hidratarme y coger fuerzas, me sumergí en el Museo Egipcio de El Cairo. Es el más antiguo de los tres principales de la ciudad, y cuando yo estuve aún exponían parte del tesoro de Tutankamón, junto a su máscara mortuoria. Creo que en la actualidad se encuentra en el Gran Museo Egipcio, al que no alcancé a ir. No sé si es una estrategia comercial o simplemente que hay demasiadas piezas arqueológicas en esta ciudad y están distribuidas en tres espacios diferentes y muy alejados unos de otros. Yo decidí ir a este, que es el clásico museo en un edificio histórico y que contiene, de una forma bastante desordenada, una innumerable cantidad de piezas y esculturas de la época del Antiguo Egipto. Pude ver varias momias reales y sarcófagos, cientos de estatuas de todo tipo, reliquias de tumbas como la de Akenaton, y cientos de artefactos, grabados y papiros. El espacio es pequeño para tanta pieza, bastante lleno de polvo y un poco agobiante, pero no deja de ser un espacio imperdible si visitas El Cairo. Como podréis no observar, no hay fotos de la sala de Tutankamón porque no están permitidas las fotos, y aunque no soy supersticioso, mejor no arriesgarse…




























Al final del día me pasé un último rato por Jan el Jalili para comprar artesanías y volver a rozarme con el bullicio y el caos antes de tomar mi vuelo, que salía pasada la medianoche. Me llevé una sensación maravillosa de esta ciudad, su descontrol, su caos, su vida y su gente amable y ruidosa me parecieron atrapantes e hipnóticos, podría vivir una buena temporada allí.
De regreso, volvería a recorrer medio mundo con varias escalas interminables, pero contento y satisfecho, después de haber podido aprovechar tan bien un viaje de trabajo.

