Cuando llegué a Ecuador, una de las primeras cosas que escuché, estaba relacionada a la belleza de la ciudad de Cuenca, algo apartada de Quito, pero visita imprescindible para todo aquel que quiera conocer los atractivos del país. Aproveché unos días de descanso para coger el coche y dirigirme hacia el sur, y después de infinitas curvas, neblinas, lloviznas y camiones destartalados, acabé llegando a Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca (así se llama oficialmente), que ya me enseñó su belleza a lo largo del río que uno recorre cuando se va introduciendo en la ciudad.
Cuando dejé el coche, me interné a pie por el casco histórico, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1999. Allí puedes trasladarte en el tiempo al disfrutar de las maravillas arquitectónicas, que sin duda te dejarán el cuello lastimado de tanto inclinar la cabeza hacia las nubes, mirando los tejados y cúpulas de sus construcciones.
Me encantó perderme entre sus calles y descubrir magia en cada esquina, pues parece ser un punto de encuentro de artistas, que pintan y hacen música en sus calles, dándole además un toque bohemio a este bonito lugar.
Un dato curioso sobre la catedral: No se pudo completar debido al excesivo peso del techo, por lo que las dos torres no tienen en su punta la cúpula que deberían . Dejaron de construir cuando al colocar la enorme estatua de la virgen en lo alto, se abrió la grieta que se puede apreciar en la fotografía. Miedito!!
La verdad Sergio que pienso que esta Cuenca que nos muestras es un poco diferente o mas bonita que la de España, al menos mas cromática. Enorme el tipo Benigno de apellido malo, era bipolar seguro.
No dejes nunca de viajar!