Aprovechando uno de los viajes que tuve que hacer por trabajo, aterricé en la ciudad de Loja, cuna de artes y hermosa capital del sur ecuatoriano, de la que ya hablé en ocasiones anteriores. Aunque era poco factible, llevaba mucho tiempo empeñado en poder visitar el Alto Nangaritza, en la provincia vecina de Zamora (de la que ya hablé también en entradas anteriores), la parte amazónica más al sur del país. Hice el cálculo del tiempo necesario para acceder a este lugar y encontré a un chico que iba a salir con otras dos personas para realizar una excursión de día completo a la zona. Esta era la manera más sencilla de ir; que alguien me llevase y me trajese, que conociese la zona y me enseñase de manera más o menos rápida los principales atractivos del lugar.
Hasta allá nos llevó Wilman Patricio de la agencia Arutam, en su todoterreno, atravesando ríos y carreteras que no salen en los mapas. Pasamos por pequeños pueblos de la nacionalidad indígena Shuar, llegando hasta la orilla del río Nangaritza, donde tuvimos que subir el coche a una gabarra manual que nos permitió pasar al otro extremo y continuar nuestro trayecto. Fuimos adentrándonos hasta llegar al único emprendimiento turístico de los alrededores; las cabañas Yankuam, en el límite del bosque protector Alto Nangaritza. Las comunidades de alrededor se han vuelto locas con la búsqueda de oro, hasta el punto de que es casi imposible encontrar conductores de lancha para hacer los tours por el río, por lo que tuvimos que esperar a que regresase el único lanchero de una excursión previa que estaba realizando.
Mientras tanto, caminamos hasta la “cascada del vino”, un brote de agua cargada de diferentes sales minerales y que se transforman en una pequeña laguna de color rojizo, donde la gente puede bañarse. Es un bonito paseo cuesta arriba con un precioso final; vale la pena el esfuerzo! Allí pasamos un rato para hacer tiempo mientras regresaba el barquero que nos conduciría a través de encañonado de Shaime hasta llegar al destacamento militar “Héroes del Cóndor”, desde donde subiríamos al famoso “Laberinto de las mil ilusiones”.
Una vez iniciamos la ruta en lancha, e impresionados por los pequeños tepuyes y por la geografía espectacular de esta sección montañosa de la Amazonía ecuatoriana, empezamos a encontrarnos en las orillas del río Nangaritza diferentes personas con máquinas excavadoras y lavadoras de tierra para buscar oro. Se trata de una imagen horrenda a los ojos de cualquier amante de la naturaleza o de cualquier turista que quiera conocer la zona. Los propios habitantes de las comunidades aledañas (imagino) abastecidos de maquinaria por empresas o patrones adinerados, se dedican a pelar las orillas del río y a remover los fondos en busca del preciado metal. Un espectáculo dantesco que, desde mi punto de vista, debería controlarse desde el gobierno nacional.
Pasamos por el famoso encañonado, una parte del río que discurre entre rocas peladas con diferentes formas, donde se pueden apreciar en las orillas los fósiles incrustados en la roca de viejos moluscos cretácicos de hace millones de años. Según fuimos adentrándonos hacia la frontera con Perú, se hizo el silencio, y solamente el ruido del motor perturbaba nuestras mentes, que volaban mientras disfrutábamos del paisaje. Finalmente llegamos hasta nuestro destino, el camino que da acceso al “Laberinto de las mil ilusiones”, del que nadie nos explicaba bien de qué se trataba y por qué lo llamaban “laberinto”.
Allí una pequeña familia tiene su casa transformada en un emprendimiento turístico (Urku Wasi – Casa de la selva), donde básicamente te ofrecen una mesa para sentarte a descansar y te venden algún agua o refresco, además de cobrarte el acceso a este lugar. Iniciamos el camino, con subidas y bajadas, por un bosque que parecía que nadie había pisado en mucho tiempo. La exuberante vegetación era impresionante, y allí, en mitad de la nada, nos encontramos un árbol enorme al que le habían construido una precaria escalera al cielo, con un cartel que decía “el abuelo del siglo”. Se supone que este árbol tiene más de 100 años y unos 70 metros de altura; da pavor trepar por la escalera, que más que escalera parece una liana con peldaños!
Proseguimos el camino y llegamos al corazón del laberinto, un lugar muy semejante a los “Laberintos del Chiguaza“. Se trata de una formación calcárea en mitad de la selva. Lo que sin duda, hace millones de años fue un arrecife de coral en un océano, y donde se han quedado incrustados fósiles de muchas formas extravagantes. Lo más interesante de esta zona, son los cortes en las rocas, completamente perfectos, creando cuevas y grietas por las que perderse. Entre todas ellas, destaca una que tiene forma de pata de dinosaurio, donde la gente de la zona se pregunta si es origen humano o extraterrestre….
Después de perdernos entre las grietas y de salir por un pequeño orificio desde una cueva, experiencia a la que llaman “volver a nacer”, llegamos a un punto del camino en el que ya no se puede seguir, pues un cartel te alerta de que la zona está plagada de minas antipersona, y que mejor no caminar entre ellas. Estábamos llegando a la frontera con Perú, y esta zona, conocida como “Cordillera del Cóndor” es famosa por la guerra que estalló en el año 81 entre los dos países. Después de una caminata de un par de horas, regresamos hasta el barco, para ascender de nuevo el río hasta las cabañas desde donde habíamos iniciado el recorrido. Al regreso paramos un momento en la laguna de la fertilidad Arutam, donde un pequeño hilo de agua cae desde una gran altura, creando una laguna que se supone que tiene propiedades milagrosas.
Al regreso hacia Loja, en la oscuridad profunda de las carreteras de esta zona del país, las luces del coche dejaron de funcionar súbitamente y sin remedio, así que tuvimos que pasar la noche en el pequeño pueblo de Guayzimi, donde descansamos y tuvimos unas divertidas charlas entre cervezas bien frías. Salimos temprano, acompañados por el sol que recién comenzaba a asomarse, y por el camino encontramos una zona en neblina llena de palmas de cera. Un paisaje hermoso que puede compararse con el tan explotado Valle de Cocora en Colombia y que sin embargo en Ecuador poca gente conoce.
Fecha: 31 de agosto al 2 de septiembre de 2018
Lugar: Alto Nangaritza – Saraguro – Vilcabamba