Fecha: Mayo 2022 | Agosto 2022 | Marzo 2023 | Mayo 2023
Al igual que hice con la entrada de Manuel Antonio, voy a hacer con esta sobre Cahuita, donde ya hemos ido cuatro veces en apenas un año. Cahuita está, sin lugar a dudas, en nuestro top 3 de Costa Rica. Se trata de un lugar especial, relajado y precioso para disfrutar durante un fin de semana o un puente de tres días.
El pueblo de Cahuita se encuentra a poca distancia de San José, pero la eterna obra de la carretera de la costa Caribe, hace que te demores aproximadamente 5 horas en llegar. Un tiempo que vale totalmente la pena. Cuando llegas a este lugar, el calorcito, la buena comida y la simpatía de su pueblo, hace que se te olvide todo lo que maldijiste mientras te dirigías hacia allí.
Los habitantes de este lugar son, en su mayoría, población afrodescendiente, que se instaló en diferentes oleadas. La primera población negra del país llegó esclavizada, para trabajar en minería, cacao o servicio doméstico, directamente desde África; casi todos provenientes de Cabo Verde o Guinea Ecuatorial.
Sin embargo, el grueso grande de población afro, llega a partir de 1872. El grupo de “hombres libres” provenientes de Jamaica y otras islas antillanas), arribó en el barco Lizzy, contratados para trabajar en la obra que uniría el ferrocarril con el Océano Atlántico, favoreciendo así el transporte de café desde las zonas altas hacia el puerto de Moín, en Limón, capital de la provincia. En 1913 ya había más de 20.000 trabajadores asentados en la costa sur del Caribe provenientes, en su mayoría, de Jamaica.
Como la historia no viene sola, si rascamos un poco, descubrimos que el empresario Minor Keith, sobrino del experto en ferrocarriles Henry Meiggs, e implicado en la infraestructura ferroviaria mencionada anteriormente, sacó ventaja de las condiciones que se encontró en este lugar cuando vino a apoyar en la empresa familiar. Pronto descubrió que todas estas vías de tren y la cantidad de mano de obra barata, sumadas al clima propicio, permitirían producir grandes cantidades de fruta y exportarlas hacia su tierra, Estados Unidos.
Fue así como este señor fundó en 1899 la United Fruit Company, lo que acabó siendo un imperio que influyó políticamente en América Central y algunos otros países latinoamericanos, al punto de favorecer ciertos presidentes, dictadores y oligarquías de la época. De aquí nace el concepto de “Banana Republic”. Esta compañía fue popularmente conocida en el país como “La Yunai” (pronunciación de -united-) y hasta existe un libro que aún no he podido leer, del escritor Carlos Luis Fallas, llamado “Mamita Yunai“. En él narra las luchas de los trabajadores y la Gran Huelga en contra de esta compañía.
Volviendo al origen jamaiquino de la mayoría de la población que reside hoy en día en la provincia de Limón, y, específicamente en Cahuita, se destaca el idioma en el que se comunican sus habitantes; un criollo jamaicano, con raíces anglófonas. Aquí se denomina patuá, y todo el mundo por las calles lo utiliza en el día a día, aunque todos hablen castellano adicionalmente.
En este hermoso inglés roto caribeño, nos cantaba Walter Ferguson, el máximo exponente del calypso costarricense, que falleció el pasado 25 de febrero a los 103 años. Mr. Gavitt o “El Rey del Calypso”, como también era conocido, dejó algunas de las canciones más míticas de este estilo que han sido difundidas por todo el planeta. Su casa se encontraba a las puertas del Parque Nacional de Cahuita, y muchos de sus fans pasaban a visitarle y rendirle pleitesía.
En esta zona se encuentra el arrecife de coral mejor conservado de Costa Rica; un lugar con una gran biodiversidad marina, y que históricamente atraía pobladores indígenas Bribri o poblaciones negras de la zona de Bocas del Toro, en Panamá.
Estas comunidades pescadoras que transitaban por esta zona fueron las que ayudaron al presidente Alfredo González Flores en 1915 a sobrevivir en el naufragio de su barco, que se hundió en estas aguas.
En agradecimiento a estas poblaciones, el presidente les dona un terreno estatal y acaban por asentarse en lo que hoy se denomina Cahuita.
Este nombre proviene de la palabra “Kawe” (árbol nativo) y “Ta” que significa “punta”.
En 1970 se crea el Parque Nacional, que a día de hoy se gestiona de manera compartida entre el estado y la comunidad, y se cobra un precio voluntario, lo que lo hace accesible para cualquier visitante (y se agradece, pues los precios del país dejan los bolsillos tiritando).
El parque es un lugar impresionante, cubierto por un bosque tropical húmero muy denso y repleto de fauna que te observa curiosa a lo largo del recorrido. El camino discurre paralelo a una playa de arena blanca con agua azul cristalina y acompañada de cocoteros de ensueño. Todo un lujo tropical y paradisiaco.
Tras recorrer algunos kilómetros, a lo largo de los cuales, probablemente te hayas cruzado con monos aulladores, monos capuchinos, mapaches, perezosos, serpientes, pizotes, y si tienes suerte, algún caimán u oso hormiguero, se llega a Punta Cahuita, el punto más al norte de la península en la que se encuentra el parque. Este lugar es un sitio de descanso perfecto para darse un baño en sus transparentes aguas, pero recomiendo que alguien se quede controlando las mochilas, pues tanto los monos capuchinos como los mapaches, han aprendido bien las técnicas del hurto con violencia, y es muy probable que si las dejas sin vigilancia, te quedes sin ellas o las encuentres en lo alto de un árbol.
De hecho, hay una pandilla de monos muy reconocible, cuyo cabecilla tiene la cara llena de cicatrices e intimida a los turistas para sacarles algo de comida. Solo le falta una navaja para poder parecerse a cualquier delincuente urbano sufriendo el “mono” y en busca de dinero urgente para calmar sus dolores.
Desde Punta Cahuita, la mayoría de la gente se regresa hasta el pueblo, pero a mi me gusta hacer la ruta completa hasta la otra salida, en Puerto Vargas. En total deben ser unos 7 u 8 kilómetros por un camino muy sencillo y sin desniveles. Esta segunda parte del camino penetra más en el bosque y recorre por unas pasarelas de madera muy bien puestas. Esta zona es muy tranquila y casi no te encuentras turistas. Además, si está lloviznando, las ranas comienzan a cantar creando un ambiente mágico e inolvidable. Lo recomiendo al 100%.
Finalmente acabas en la otra entrada del parque, denominada Puerto Vargas. Allí hay un restaurante que vende cervezas y pizzas, y desde donde se puede pedir un transporte que por 1.000 colones te lleva de nuevo al pueblo de Cahuita.
Siempre que hemos ido acabamos comiendo el típico rice & beans, un aguaesapo y quizás alguna empanada pati. Esta zona del país, además de una de las más lindas, también es donde mejor se come. ¡No tiene desperdicio!
Un par de veces de las que hemos ido, hemos coincidido con festivales de música calypso. Una vez celebrando el “día de la persona Negra y la Cultura Afrocostarricense” y otra el “día del calypso limonense“, que coincide con el nacimiento de Walter Ferguson. Estos festivales hacen que además de todo lo expuesto anteriormente, la estancia en Cahuita invite a quedarse. Un desfile de músicos locales, en su mayoría viejitos, acompañados por nuevos artistas, se presentan todos los años y hacen al público gozar con esta hermosa cultura. ¡Vuelvan siempre!
Y por si esto fuera poco, a unos pocos kilómetros hacia el sur, casi llegando a Panamá, uno llega a otro lugar hermoso, el Refugio Nacional Gandoca-Manzanillo. Otro complemento que visitar, e imprescindible del Caribe Sur, antes de regresar hacia San José o continuar viaje.
Puerto Viejo te quedará de camino, centro de fiestas y de parranda de esta zona, donde se encuentran todos los hostel y las discotecas suenan hasta altas horas de la noche. Nosotros siempre lo atravesamos sin parar y llegamos hasta la playa de Manzanillo, que si la encuentras en buen momento, tiene unos colores inimaginables y la estabilidad de un plato sobre una encimera. Un lugar maravilloso para darse un baño.
Desde aquí se accede al Refugio Manzanillo. El recorrido habitual es hasta un mirador desde donde se contempla un islote con un árbol en su cima. Esta es la imagen típica del lugar, pues generalmente, el recorrido no se puede continuar porque pasa el 90% del año tan embarrado que caminar por el sendero es prácticamente inviable.
Sin embargo, una de las veces que fuimos, llevaba sin llover bastante tiempo, por lo que el camino estaba seco y conseguimos acceder hasta una playa remota y (casi) para nosotros solos, la playa Paulo Mena. Aquí nos bañamos un rato en sus cálidas y quietas aguas, disfrutando de la tranquilidad absoluta de lo remoto y sufriendo en nuestras mentes por la caminata que nos tocaba de vuelta. Esta playa es un verdadero paraíso; su arena blanca es sombreada por los árboles, que crecen extendiéndose sobre ella haciendo una cubierta perfecta para refugiarse del sol, que sí que incide sobre el agua de la orilla permitiendo todas las tonalidades verde-azuladas que alguien pueda imaginar.
En el momento que más remordía nuestra cabeza el esfuerzo del regreso, apareció un barquito que nos ofreció regresar hasta la playa de Manzanillo por un módico, precio, lo cual aceptamos sin regateo alguno y fuimos las personas más felices del mundo, por que no solamente regresamos sin caminar, sino que disfrutamos del alucinante paisaje costero de este área protegida.
De regreso nos acercamos hasta Punta Uva, que queda de camino, una pequeña playa llena de familias enfiestadas, comiendo ceviche, bebiendo ron y cocos helados. Desde allí, un caminito que sube y baja entre unas rocas, te lleva hasta un arco natural que han erosionado las corrientes marinas a lo largo de los años, la Cueva de Punta Uva. No es gran cosa, pero si dispones de tiempo, nunca está de más asomarse a visitarla.
Finalmente, siempre llega el triste momento de regresar a la lluviosa capital de Costa Rica, para continuar con nuestros quehaceres diarios. Siempre nos llevamos ese recuerdo azul y verde que nos llama para regresar una y mil veces. Cultura, gastronomía, naturaleza y aventura. Simplemente, Cahuita.
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