Cabo Verde es un país insular compuesto por 10 islas y algunos islotes. Es un país cargado de historia, y que mucha gente no sabe identificar en el mapa. Sin embargo, muchos de los personajes conocidos por todos, como Cristóbal Colón, Magallanes, Elcano, Darwin, Vasco de Gama o Francis Drake, pasaron por estas islas en sus grandes viajes. Hasta dicen que Saint-Exupéry paraba en la isla de Santiago en sus vuelos como cartero.
El primer asentamiento de colonos europeos en África Subsahariana sucedió aquí, en la isla de Santiago, fundando la que llamaron “Ribeira Grande” en 1462. El portugués Diogo Gomes fue la primera persona que pisó estas islas dos años antes, cuando se las topó por casualidad en su viaje de regreso tras cartografiar las costas africanas. Hasta la fecha, no hay evidencias de que hayan existido asentamientos humanos antes de ese momento.
Este pequeño asentamiento constituyó la capital del país, enclavado entre dos acantilados en la desembocadura de un riachuelo que permitía cultivar y criar lo necesario para alimentar a su reducida población. Esta ciudad fue creciendo y se convirtió en un punto de paso esencial para todo tipo de comercio entre América, África y Europa. Junto al algodón, el azúcar o el marfil, el tráfico de esclavos fue uno de los negocios fundamentales que hicieron prosperar la vida en estas islas. Y así fue creciendo la población, hasta que en el año 1585, el corsario Francis Drake, por órdenes de la reina Isabel I, asaltó Ribeira Grande, por tierra con 1800 soldados, y por mar con 21 barcos. Este ataque surgió por el conflicto existente entre Inglaterra y la corona española. Como Portugal se había anexionado con la Casa de Austria en 1580, para los ingleses, Cabo Verde, era un territorio español, y por tanto, enemigo. El viaje de Drake atacando territorios españoles fue muy extenso, asaltando todo lo que se pusiese por el camino y cañoneando las ciudades de Vigo, Ribeira Grande, Santo Domingo, Cartagena de Indias y San Agustín (Florida).
El ataque a esta población, sucedido entre el 11 y el 28 de noviembre, resultó catastrófico, arrasando con todo lo que encontraron, asesinando a sus habitantes, quemando viviendas y exigiendo rescates. Al no encontrar ni poder apresar al gobernador, también lo persiguieron por São Domingos y Praia, que en esas épocas no eran más que unos pequeños asentamientos, que arrasaron sin ninguna resistencia.
Tras este ataque, comprendieron que para vivir en este pequeño paraíso de clima ideal y fértil como un oasis, debían tener una adecuada estrategia de defensa, por lo que inmediatamente iniciaron la construcción del Fuerte Real de São Filipe, concluyéndolo en 1593. Pasaron años gloriosos traficando con América; la isla fue poblándose poco a poco, y formando una población mestiza procedente de diferentes lugares del mundo. Algunos de los esclavos lograban escapar y se refugiaban en el interior, utilizando un chapurreo del portugués de la época y palabras comunes de sus lenguas africanas para entenderse: así nació el criollo.
En Ribeira Grande construyeron una gran catedral, concluida en 1693, fabricada a pocos metros del mar con rocas traídas directamente de Portugal. Sin embargo, al poco tiempo, en el año 1712, Jacques Cassard, otro corsario, esta vez francés, atacó de nuevo la ciudad, destruyendo todo a su paso, incluida la flamante catedral. Dicen que fue tanto lo que robó, que mucho tuvo que dejarlo en tierra porque no conseguía proseguir su viaje con tanto peso.
A partir de este momento, Portugal tuvo que cambiar la capital de Cabo Verde hasta Praia, un asentamiento cercano y más seguro ante ataques de este tipo, dejando a la ciudad vieja de Ribeira Grande como una ciudad secundaria en la administración de las islas.
Y toda esta introducción para explicar por qué se llama Cidade Velha a este bonito lugar, la ciudad vieja, la Ribeira Grande de Santiago que fue uno de los lugares más importantes del mundo, enclave de paso entre dos mundos.
Hoy, patrimonio de la humanidad y una de las 7 maravillas construidas por los portugueses en el mundo, es una pequeña ciudad con algunos atractivos, que se vuelven más interesantes cuando uno conoce la historia del lugar. Lo primero que llama la atención, y visible desde todas partes, son los restos de la vieja catedral, Sé Catedral, cuyos muros han resistido en pie tras los ataques piratas y los cientos de años de abandono. No tiene gran cosa, pero deja adivinar lo imponente que debía ser esta construcción para su época. Conserva un pórtico, resquicios de haber tenido azulejos en los muros, y algunas lápidas.
En la plaza principal, todavía resiste el Pelourinho del siglo XVI, una columna de mármol donde se amarraba a los esclavos para ajusticiarlos ante el público. Encontrar esto es impresionante históricamente, pero sin duda, se trata de un recuerdo triste del sufrimiento por el que pasaron millones de personas esclavizadas y traficadas a lo largo de varios siglos.
Quizás lo más agradable del casco antiguo sea la Rua Banana, que se supone, la primera calle urbanizada por los europeos en África Subsahariana. Una pequeña calle con casitas de piedra y tejados de paja o tejas, donde las familias se sientan en las puertas a conversar con los vecinos y a ver la vida pasar.
Cerca de esta calle se encuentra la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, construida en 1495, donde muchos de estos navegantes históricos rezaron antes de continuar sus viajes, y que se ha mantenido intacta desde esa época. Un lugar lleno de historia (el edificio más antiguo del país) que está recién restaurado, y que aún no hemos podido ver por dentro, pues estaba cerrada; esperamos hacerlo pronto.
Un poquito más adelante se encuentra el Convento de San Francisco, construido en 1657, algo más apartado, rodeado de bosque y ofreciendo tranquilidad en el día a día de los monjes franciscanos que allí habitaban. Está restaurada por la Cooperación Española y conserva algunos azulejos y lápidas como reminiscencia de lo que fue esta maravilla.
Cidade Velha es un remanso de paz a tan solo unos 15 minutos de Praia, donde los habitantes te saludan y sonríen. La plaza principal y las terrazas que hay al borde del acantilado, mirando al mar, son perfectos para sentarse a tomarse una Strela Kriola y contemplar el horizonte. Además, te garantizo que va a hacer buen tiempo, pues en Cabo Verde, siempre lo hace.
Finalmente, la visita obligada al Fuerte Real de São Filipe, se puede hacer subiendo en coche o caminando. Nosotros subimos por el camino que serpentea hasta lo alto del precipicio en el que se ubica. No lo tienen bien cuidado (el camino), está medio en obras, medio en abandono, pero no tiene pérdida, y se pasa por algunos barrios donde puedes aprovechar para conversar con la gente. También restaurado por la Cooperación Española, se encuentra en un estado impecable, volviéndose imponente cuanto más cerca te encuentras. La visita comienza con un pequeño vídeo-documental y después con un recorrido por el interior; allí puedes ver las caballerizas, los diferentes espacios de la fortaleza, el depósito de agua, y subir a los diferentes torreones, donde todavía queda algún cañón.
El paisaje desde lo alto es impactante, pudiéndose observar la verde y frondosa Ribeira Grande y su desembocadura (a día de hoy, seca) en el mar. Las vistas, si la bruma seca te lo permite, son alucinantes. Desde esta posición, uno se imagina el mar lleno de barcos bombardeando este precioso lugar y se muere de pena.
Después de esta visita imprescindible en Cabo Verde, uno puede comerse un pescado fresco en alguno de los restaurantes para seguir disfrutando del ambiente de esta maravillosa localidad mientras los vientos alisios te golpean en la cara refrescándote.
Fechas: 18 de enero, 5 y 18 de julio de 2020
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