Después de recorrernos media península yendo y viniendo y subiendo y bajando por los pueblos más recónditos, llegamos a Cuenca, ciudad homónima a la ecuatoriana y que yo quería que Vero conociese. Nos despertamos un 24 de diciembre con un frío abrumador y echamos a caminar por las cuestas de esta bonita ciudad. Paseamos a orillas del río Huécar hasta llegar al puente San Pablo, desde donde se puede disfrutar de la pintoresca vista de las casas colgadas. Se trata de los vestigios de lo que eran las viviendas habituales del centro de la ciudad, de las que hay constancia desde el siglo XV. Actualmente quedan solo unos balcones voladizos en una esquina del casco antiguo. Paseamos un poco más
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Emocionados después de la sorprendente visita a Cuyabeno, continuamos la ruta hacia la costa, pero poco a poco, con previas paradas en Baños de Agua Santa, Alausí y Cuenca. Aunque en otras ocasiones he subido fotos de Baños y de Cuenca, voy a subir por aquí algunas más en compañía de mis padres. En Baños, de nuevo, nos quedamos sin suerte y no pudimos ver el Tungurahua, que todavía se encuentra activo y que desde el columpio de la casa del árbol se debería ver. Sin embargo las malvadas nubes negras siempre se oponen entre él y yo. Otra vez será… Hicimos la famosa visita al pailón del diablo y nos sorprendimos con la espectacular ofrenda visual que nos brinda la
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Desde Cuenca, y siguiendo por una serpenteante carretera que sigue subiendo, llegas hasta el Parque Nacional El Cajas, uno de los emblemas del Ecuador. Un parque no tan grande como otros del país, pero que sin embargo alberga una de las vistas paisajísticas más bonitas que he podido disfrutar por estas tierras. Por el camino, que atraviesa el parque, y con poca señalización, hay una entrada al parking de La Toreadora, una de las lagunas más pintorescas de El Cajas. Desde allí tienes opción para realizar varias rutas, entre ellas, la que me animé a hacer yo, un sendero no demasiado complicado, de unas cuatro horas de duración en el que atraviesas dos bosques de polylepis y rodeas diferentes
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Cuando llegué a Ecuador, una de las primeras cosas que escuché, estaba relacionada a la belleza de la ciudad de Cuenca, algo apartada de Quito, pero visita imprescindible para todo aquel que quiera conocer los atractivos del país. Aproveché unos días de descanso para coger el coche y dirigirme hacia el sur, y después de infinitas curvas, neblinas, lloviznas y camiones destartalados, acabé llegando a Santa Ana de los Cuatro Ríos de Cuenca (así se llama oficialmente), que ya me enseñó su belleza a lo largo del río que uno recorre cuando se va introduciendo en la ciudad. Cuando dejé el coche, me interné a pie por el casco histórico, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en
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