Mui Né no era para tanto, básicamente una carretera llena de hoteles apartada del pueblo, una playa que está perdiendo la arena por la erosión del mar y por construir donde no se debe y que, además, está repleta de hilos de nylon con anzuelos, por lo que el riesgo de ser “pescado” es bastante alto. Pese a todo, los alrededores son maravillosos. Un conductor de moto me llevó a visitarlos porque yo no me atrevo a manejar una moto (primero porque no sé y segundo por el loco tráfico de este país). Fuimos a ver las dunas blancas, el lago de flores de loto, las dunas rojas y “el río por el que se camina hasta llegar a una
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Hoi An es un lugar pequeño pero encantador, sus calles principales discurren cercanas a un río muy bonito. Llena de casas coloniales francesas, con un mercado chiquito pero con bastante movimiento, donde se puede comer Cao Lau, característico por sus fideos planos de arroz cocidos en un pozo de la zona, con picatostes, cerdo, hojas de algo y brotes de soja. Por la noche salen las ratas, ratas como conejos que trepan por todos los edificios, pero al mismo tiempo se encienden por todas las calles principales un sinfín de farolillos de colores, el puente y el río también se iluminan, ofreciendo un espectáculo nocturno único en la región, y los roedores pasan desapercibidos ante esta embriaguez visual. Lo más
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