Bueno, visto lo visto y ya que sólo tenía un día de fiesta, me fumé la hora de clase que tenía el jueves y me fui de Santiago el miércoles a la noche, para llegar el jueves por la mañana a Puerto Varas, donde había quedado con mis amigos y mi hermano. Nos juntamos, nos comimos unos buenos mariscos en cazuela y partimos hacia Petrohué, un “pueblo” en el parque nacional Vicente Perez Rosales, al pie de un lago enorme y del volcán Osorno de 2600 metros de altura. Acampamos ahí, al otro lado del lago y pasamos la noche al calor de la hoguera.

El plan principal era cruzar hasta Bariloche (Argentina) por allí, pero resulta que los únicos que hacen eso son los turistas y le habían puesto al bus un precio desorbitado, así que finalmente nos fuimos a Frutillar, cerca de Puerto Varas y pasamos la noche en una cabaña muy a gusto. De ahí nos fuimos a Valdivia, donde nos juntamos con mi amigo Carlos, al que conocí en Santiago porque estuvo haciendo su tesis acá. Valdivia es una ciudad muy curiosa, con dos ríos (Callecalle y Cruces) que se convierten en el río Valdivia, en el que vive una familia de leones marinos que llegaron siguiendo los restos de pescado que tiraban los barcos y se establecieron allí y viven del pescado que sobra en el mercado. Es, creo, la única ciudad del mundo que tiene leones marinos por las calles…

Esa noche en Valdivia y allí les dejé, que se iban para los saltos del Laja. Yo me he vuelto porque mañana tengo clase y el miércoles exámen. Han sido cuatro días muy divertidos.