Pasar la frontera China/Vietnam es toda una experiencia; la frontera de China, tan ordenada, con sus policías militarizados poniendo orden y seriedad al asunto, hizo que fuese muy fácil cruzarla. Sin embargo, y una vez llegados al paso fronterizo vietnamita, aquello era un campo de concentración, millones de personas apelotonadas en una ventanilla donde había que, literalmente, tirar tu pasaporte y esperar que te lo sellasen sin comprobar ni tu foto ni nada de nada….así, y con mucho calor, empezó la aventura vietnamita.

En el bus conocí a un grupillo de gente curiosa, con los que compartí una noche de hostal en Hanoi. Paseé por esa caótica y maravillosa ciudad llena de motos, bicis, coches y todo tipo de aparato con ruedas, algo frenético. Comí rollitos vietnamitas y otra comida tradicional sentado en un puestecito de la calle, cuyas mesas están a ras de suelo y bebí la cerveza típica de barril, la “bie hoi”, muy rica y fría por 0.16 euros. Aprovechando los precios exageradamente bajos de todo, y pasando por la única tienda Pentax que he visto en todo el viaje, me compre un objetivo para la cámara de 50-200 por algo menos de 80 euros, un lujazo, y al ser Pentax, consigue una mejor calidad que mi anterior objetivo Sigma (espero que se pueda apreciar de aquí en adelante la diferencia en algunas de las fotos).

Ahora estoy en Hué con Miguel, un chico portugués que he conocido, aunque mañana se separan nuestros caminos, él parte para Ho Chi Minh (la antigua Saigón) y yo me bajo para Hoi An, que dicen que merece la pena conocer.

Vietnam es completamente diferente a China, aquí las letras son iguales a las nuestras, e identificar las calles es mucho mas fácil, la gran mayoría de la gente chapurrea cuatro palabras de ingles por lo que preguntar por algún lugar con un mapa en la mano es algo viable, y hay hostales donde sí que aceptan extranjeros; muy cómodo viajar por este país.

Mañana agarro una bicicleta para ver los alrededores de esta ciudad y ya pondré fotos por aquí.