El turismo nacional, para recordar de dónde venimos

Aprovechando la visita a Madrid por navidades, hice algo que nunca había hecho: dar un paseo por mi ciudad con la cámara de fotos. Fueron paseos cortos que no cubrieron todos los lugares emblemáticos, pero que sin embargo me ayudaron a vislumbrar las muchas posibilidades fotográficas que tiene esta ciudad. Prometo repetir estas salidas en un futuro, pues no se puede consentir tener fotos de muchos lugares del mundo, y apenas ninguna de mi querida y odiada Madrid. Ni qué decir tiene que disfruté al máximo con Vero, mi familia, amigos, bares, tapas y demás espectáculos imprescindibles.

Entre esos “espectáculos”, me quedaba pendiente visitar la estación fantasma del metro de Madrid, a la que han bautizado como Metro Andén 0. Hace años, cuando pasabas por la línea uno de metro, entre las estaciones de Iglesia y Bilbao, veías una especie de fogatas y sombras en un punto entre estas dos paradas. Resulta que es la estación de Chamberí, cerrada en 1966 debido a su situación en curva y ser demasiado corta, de modo que los nuevos vagones ya no entraban completos en la estación. Estas sombras que se veían eran fogatas de vagabundos que se habían instalado allí a vivir para resguardarse del frío, y daba un aspecto tenebroso.   En la actualidad, ha sido restaurada y expuesta al público tal y como se encontraba, con sus carteles publicitarios, oficinas y carteles originales. Un lugar interesante y gratuito que visitar en Madrid.

Además, en esos pocos y condensados días, aprovechamos para visitar dos ciudades cercanas a Madrid e impresionantes ambas; Toledo y Segovia.    Toledo, característica por su casco histórico amurallado con su alcázar, su famosa catedral, sus sinagogas y su pintoresco barrio judío, que siguen enseñando al visitante lecciones de orientación, pues no hay vez que visite esta ciudad y no me pierda entre sus laberínticas calles que suben y bajan.

¿Y qué puedo decir de Segovia? Allí está viendo pasar el tiempo su enorme acueducto romano, que te abre paso a la ciudad, cuya catedral, murallas, iglesias, alcázar y barrio judío te van sorprendiendo a lo largo de un camino concurrido que termina en la plaza mayor donde pudimos tomarnos unas cañitas al sol a pesar de ser invierno. Además, los cochinillos y corderos que sirven en esta magnífica ciudad son inigualables, manjar de dioses.

Disfruté mucho de re-visitar estos lugares, y como dije anteriormente, esta iniciativa nacional será repetida en futuras ocasiones.

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