Emocionados porque empezaba nuestro viaje por carretera, salimos hacia la península del Peloponeso, que se convierte en isla gracias al pequeño canal que le separa de la Grecia continental. Pasamos por el puente del itsmo de Corinto, pero previamente paramos en Itsmia para hacer unas fotos que demuestran el pequeñísimo espacio que existe entre una masa de roca y otra, por donde apenas pasa un barco.
Lo primero que visitamos fue la famosa tumba de Agamenón, a las afueras de Micenas, una bóveda espectacular que encontraron llena de tesoros (tesoro del Atreo) que ahora reposan en el museo anexo. Un lugar perfecto para rodar alguna escena de Indiana Jones. Además, la antigua ciudadela de Micenas tiene aún bien conservados algunos muros y la famosa puerta de los leones, espectacular.
Después pasamos por Tirinto, ciudadela rodeada de campos de naranjos, donde me llamó más la atención el paisaje de alrededor que la propia ruina, de la que quedan algunos túneles y restos de murallas.
Finalmente, la última ruina que visitamos fue el anfiteatro de Epidauro, que está en unas condiciones óptimas y en el que aún hacen de vez en cuando representaciones. La ciudad de Epidauro no ha corrido la misma suerte, y que siendo patrimonio de la humanidad, tienes prácticamente que imaginarte lo que allí había, viendo las plantas de las casas en ruinas. El museo es pequeño pero posee unas piezas excelentes de estatuas griegas.
La noche la pasamos en Nauplia, una pequeña ciudad costera bastante bonita, sobre todo por los castillos que hay en lo alto de las colinas circundantes. Y aunque no llegamos a tiempo para visitar uno de ellos por dentro (Pirgos Palamidi), el otro estaba prácticamente en ruinas y la entrada era libre, desde donde pudimos hacer unas fotos panorámicas de Nauplia muy bonitas. Desde lo alto también se puede apreciar otra fortaleza, situada en medio del mar y que lleva por nombre Bourtzi, construida en 1473 y que servía para proteger la ciudad de piratas y otros invasores.