Después de un buen desayuno en Belgrado, emprendimos viaje hacia el sur de Serbia. Llegamos a uno de los puntos más importantes del país, el Montasterio de Studenica, enclavado en el Parque Natural Golija, construido en 1190, y que fue el centro político, cultural y espiritual medieval del país durante el mandato de San Sava. El lugar es precioso, rodeado por una muralla, con dos iglesias hechas de mármol y llenas de fantásticos frescos ortodoxos en su interior. A todo esto y al paisaje montañoso, se le sumó un día soleado espectacular.

Tras disfrutar un rato de este lugar, proseguimos hacia el sur, llegando a la ciudad de Novi Pazar, donde ya se empezaron a ver algunas mezquitas y cafeterías llenas de hombres viendo la tarde pasar. Allí comimos lo que más sencillo nos pareció pedir por señas, pues el menú era indescifrable y comunicarse también. El gesto del aleteo del pollo es universal, y la palabra “cerveza” siempre es fácil de entender. Después de un café, palabra internacional y también fácil de entender en todos los idiomas, nos fuimos a visitar la Iglesia ortodoxa de los apóstoles San Pedro y San Pablo, que se construyó en el siglo IV y es la iglesia más antigua en pie de toda Serbia. No pudimos acceder porque se encontraba cerrada, pero el cementerio a su alrededor es espectacular.

Desde allí, el GPS nos guio por unos caminos sin asfaltar que subían y bajaban entre casas rurales perdidas en las montañas, cuando perfectamente podría haber hecho 20 kilómetros extra y llevarnos por una carretera en perfecto estado que llevaba hasta la puerta del monasterio ortodoxo de Đurđevi stupovi, construido en el 1170 en lo alto de una montaña, rodeado de unas vistas espectaculares. Este monasterio, junto con los que vimos anteriormente y los que veríamos después, están todos declarados por la UNESCO como patrimonio de la humanidad.

Tras esta visita, ya sí continuamos por la carretera impecable por la que deberíamos haber llegado, y alcanzamos el último monasterio del día antes de salir del país. Se trata del monasterio de Sopoćani, construido en la segunda mitad del siglo XIII y característico por su torre y sus campanas. Parece que en cierto momento en el siglo XVI, el imperio otomano expulsó a los monjes que aquí vivían, incendiaron la iglesia y robaron todo lo valioso que encontraron, quedando así 200 años abandonado. Sin embargo los frescos se pudieron salvar, y a día de hoy es uno de los lugares de patrimonio más valiosos del país.

Para concluir el día, teníamos que entrar en Kosovo, donde dormiríamos en la ciudad de Pec (o Peja). Sin embargo, a día de hoy, Kosovo es reclamada por Serbia como una provincia del país, y aunque la mayoría de los estados del mundo, lo reconocen como país independiente, España todavía no lo ha hecho. Si entras en Kosovo desde Serbia, puedes hacerlo, sin embargo, si quieres salir de Kosovo por una frontera que no sea la Serbia, te van a pedir el sello de entrada al país, y al no tenerlo, no te dejarán pasar. Es por esto, que tuvimos que entrar en Montenegro desde Serbia para transitar por oscurísimas carreteras de montaña hasta llegar a la frontera de Montenegro con Kosovo, para así tener sello de entrada al país y poder salir por Macedonia, como teníamos planificado.

Finalmente llegamos a Pec, tras pasar las fronteras sin ningún problema con los pasaportes. Después de una hora buscando el hotel que teníamos reservado, conseguimos aparcar el coche y salir a cenar a uno de los pocos lugares que quedaban abiertos. Allí disfrutamos de una agradable cena con el camarero explicándonos un poco sobre el conflicto en Kosovo y diciéndonos directamente que no le agrada que España no reconozca a su país. Con una frase que nos dijo, y con todo lo que veríamos el siguiente día en este país, entendimos un poco más: “Primero me siento albanés, después europeo, y finalmente musulmán”.

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