Temprano en la mañana nos dirigimos hacia Liubliana, la capital de Eslovenia, donde habíamos reservado un free tour para poder conocer la ciudad y recibir alguna reseña histórica de la misma.

En la plaza Prešeren, bajo la Iglesia de la Anunciación, se reunieron los grupos y nos dividimos para iniciar el recorrido por la ciudad. Una chica muy divertida nos llevó a pasear por los diferentes atractivos de Liubliana. Allí mismo está el puente triple, una solución que encontró la ciudad para mantener un espacio de tránsito a vehículos, además de otros dos espacios peatonales en sus laterales. No obstante, a día de hoy todo el centro histórico es peatonal, y únicamente, unos minitaxis eléctricos gratuitos circulan por sus callejuelas, ofreciéndose disponibles para cualquier peatón que los necesite. Después visitamos el mercado y la catedral (cuya puerta tiene grabada gran parte de la historia reciente del país). Paseamos a lo largo del río Ljubljanica, cruzando primero por el puente Mesarski (tan repleto de candados que algún día se va a caer de tanto peso incorporado) y finalmente llegando al famoso puente de los dragones. Este fue uno de los primeros puentes de Europa construido en hormigón armado y 20 estatuas de dragones lo custodian, resaltándose 4 dragones más grandes en cada uno de los extremos. Este es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, y hacerse la foto aquí fue obligatorio. Paseamos un poco por las calles principales de la ciudad y visitamos también la Fuente Robba, otro de los iconos de la ciudad, cuyas figuras están hechas en mármol de Carrara, tan fino, que se deshace con las lluvias, y aunque la que está expuesta en la calle es una réplica construida con los mismos materiales, parece que la mitad del año pasa tapada.

Cuando ya nos quedamos solos, caminamos hasta una zona de la ciudad un poco más apartada del centro, el barrio de Metelkova, una zona alternativa llena de grafitis y cultura underground en todo su entorno. Este lugar albergaba los edificios del Imperio Austro Húngaro del siglo XIX, y en el momento en que iban a ser demolidos, una serie de okupas los tomaron impidiendo su demolición. De este modo, y a día de hoy, parques y casas de colores y con todo tipo de expresiones artísticas le dan al barrio un toque pintoresco y alternativo. Vale la pena visitarlo, con un ambiente parecido al de Christiania en Copenhague.

Por la tarde subimos en el funicular que te lleva al castillo. Desde lo alto hay unas bonitas vistas de la ciudad y las montañas que la rodean; las calles antiguas que se ubican en forma de anillo circunvalando el peñón sobre el que se asienta el castillo son preciosas. Sin embargo toda la fortaleza está completamente reformada, y los bares y tiendas que existen en su interior le dan un toque tan moderno que pierde prácticamente todo el atractivo que podría tener. No recomiendo usar las audioguías; parece un laberinto de puntos que no están en orden, y las historias que te cuentan no son muy entretenidas. Con subir, tomarse una cerveza y apreciar las vistas, uno tiene más que suficiente.

Esa misma tarde nos dirigimos de nuevo hacia Plitvice, para poder ver el parque al día siguiente, esta vez sin lluvias.

---