La Isla de Santiago se camina

La isla en la que vivimos es la más grande de todo el archipiélago, y sin embargo es una de las menos turísticas del país. Los grandes atractivos y la fama internacional los tienen las islas de Sal, Boa Vista, Santo Antão y Fogo, principalmente. Muchas personas pasan por esta isla solamente porque la capital está aquí y sus vuelos llegan hasta esta. Como mucho, algún visitante informado, visitará Cidade Velha para poder empaparse un poco de la historia y el patrimonio cultural que existe aquí.

Cuando uno busca “Cabo Verde” en Google lo primero que aparecen son las famosas playas de las Islas de Barlovento y poco o nada se conoce sobre la Isla de Santiago, pues no posee esos atractivos playeros ni los mega complejos hoteleros que tienen estas otras islas.

Sin embargo, esta isla es grande, y su interior es maravilloso. Cientos de pequeños cerros escarpados se extienden por su superficie. Existen realmente pocas carreteras para recorrerlo, pero desde estas, nacen pequeños caminos, algunos adoquinados y otros no, y la mayoría de ellos, senderos caminables que se pierden serpenteantes entre las colinas, pasando por pequeñas poblaciones y paisajes impresionantes.

El día 18 de julio, nos fuimos con Nacho y su familia a pasear por una de estas rutas. Desde que llegamos al país nos habían hablado de la ruta que discurre por la Ribeira Grande de Santiago, característico por sus árboles frutales y sus cultivos, tanto de hortalizas como de caña de azúcar, con la que se prepara el grogue de Santiago. El atractivo principal, además de las vistas del propio recorrido y de poder interactuar con los pobladores, son unos enormes baobabs arraigados en esta quebrada desde hace cientos de años.

Para realizar esta ruta utilizamos dos vehículos. Uno de ellos lo dejamos en Cidade Velha y con el otro fuimos hasta la pequeña villa de Calabaceira, desde donde descendimos a pie por un camino al borde del acantilado que llega hasta el fondo de la rivera. Desde allí caminamos entre las huertas tranquilamente, disfrutando del fresco de las sombras, de los múltiples tonos verdes y de las agradables conversaciones con los pobladores y agricultores que nos encontramos. Tras aproximadamente dos horas y media, llegamos de nuevo a Cidade Velha, donde comimos y nos relajamos con la brisa marina.

Esta fue la primera experiencia de las múltiples que uno puede tener en el interior de esta desconocida isla. Seguiremos investigando y explorando cada uno de sus rincones.


Fecha: 18 de julio de 2020


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