Llueve en el archipiélago

En 2020 hemos vivido las vacaciones más raras de nuestra vida. Hemos sido afortunados por una serie de razones que detallaré más adelante, pero también hemos sufrido las consecuencias de la pandemia.

En septiembre vinieron mis padres para conocer Cabo Verde. A pesar de las restricciones aéreas que prohibían la entrada por turismo a cualquiera no residente, quedó una ventana excepcional: las reuniones familiares. Alegando este motivo, pudimos juntarnos todos en Praia y desde aquí conocer algunas de las islas de este bonito archipiélago.

Test de anticuerpos mediante, pensábamos visitar Maio durante el primer fin de semana, y viajar el lunes a la isla de Fogo, recién declarada Reserva de la Biosfera. Sin embargo, comenzó a levantarse un viento fuerte en la mañana y por la tarde, las nubes comenzaron a lanzar agua a raudales. Este es un país en el que nunca llueve, pero cuando lo hace, lo hace a conciencia. En consecuencia, cancelaron el barco a Maio, y aunque intentamos irnos el fin de semana a algún punto de nuestra isla, desplazarse con el coche era un riesgo. Así que los primeros días los pasamos viendo llover dentro de nuestra casa. Y menos mal que nos quedamos, porque el agua se filtró por las ventanas y tuvimos que tomar medidas para evacuarla. El país no está preparado para que llueva, y rápidamente se colapsan todos los barrios y se inundan todas las instalaciones de la ciudad.

El lunes salió el sol, y en esa tregua que el tiempo nos dio, pudimos subirnos al avión hasta Fogo, donde nos instalamos las dos primeras noches en São Filipe, su capital. Desde ahí, pretendíamos ir en barco hasta la isla de Brava, pero con las nuevas medidas relacionadas con el COVID19, nos pedían otro test de anticuerpos y no daba tiempo a ir y volver sin sufrir estrés, por lo que decidimos pasar todo el tiempo destinado a ambas islas, solamente en Fogo.

Según la Wikipedia “Fogo es una isla de Cabo Verde, perteneciente al archipiélago de Sotavento, se halla entre las islas de Santiago y Brava. Casi toda la isla es un volcán activo cuya última erupción data de 2014.”

La capital de la isla es muy bonita, con bastantes reminiscencias coloniales y ubicada en una pendiente. Lo más característico de la ciudad son los sobrados, unas mansiones de dos pisos con barandilla, donde abajo vivía el personal de servicio y en el piso superior los señoritos. La iglesia de Nossa Senhora da Conceição, de tonos azules es uno de los puntos de interés, al borde de un acantilado que permite vislumbrar la isla de Brava y una playa infinita de arena negra finísima a sus pies. Desde aquí también se puede caminar hasta el “cementerio de los blancos”, donde eran enterrados en la época colonial los ilustres habitantes de la isla. Otro lugar interesante que pudimos visitar, fue la Casa das Bandeiras, un sobrado que funge como museo y explica la festividad de las banderas, celebrada el primero de mayo, y que se trata de una fusión sincrética de tradiciones portuguesa y africana, mezclando elementos religiosos y ancestrales.

Lamentablemente, los museos de la ciudad y la mayoría de comercios y restaurantes se encontraban cerrados indefinidamente debido a la pandemia, por lo que nuestras comidas, desayunos y cenas, tuvimos que hacerlos prácticamente en los mismos sitios todos los días. Tampoco fue un problema grave, y se agradece que no haya ni un solo turista en kilómetros a la redonda.

El siguiente día, aprovechando que la lluvia había dado una tregua, contratamos un taxi para dar la vuelta a la isla. Salimos temprano en dirección este, circulando por una carretera adoquinada característica del país, que atraviesa diferentes lenguas de lava provenientes de varias erupciones pasadas. Con las lluvias, el paisaje tenía unos colores verdes vivísimos, un espectáculo para la vista. Nos detuvimos por el camino en varios miradores, desde los que se debe ver el pico del volcán, sin embargo, con las nubes, las vistas no fueron las esperadas. En el trayecto pudimos ver a muchos agricultores esparcidos en el horizonte, que estaban como locos adecuando las tierras para sembrar, pues después de tres años de sequía, estas lluvias fueron una bendición para los campos. El paisaje es precioso, con unos contrastes entre negro, marrón, rojizo y todas las tonalidades de verde, que te hacen explotar el cerebro.

El taxista Mayuca y su carrazo

Pasamos por las minas de Relva, donde más casos de Coronavirus había en la isla en ese momento, y donde la gente seguía trabajando bajo el calor sofocante como si no existiese ninguna enfermedad. Llegamos finalmente hasta un punto en el norte de la isla, la ciudad de Mosteiros. En lo alto de la ciudad hay unos cultivos de café, donde se produce el famoso café de Fogo, de un aroma y sabor suaves y afrutados, muy diferente a todos los cafés que haya probado hasta ahora, ofreciendo una infusión deliciosa y agradable al paladar. Desde este alto, hay algunos miradores que permiten disfrutar de una hermosa vista de la ciudad de Mosteiros, enclavada sobre un sustrato de lava negra como el carbón, al borde de un precipicio, donde el Océano Atlántico rompe con crudeza.

La “passarinha”, el ave nacional de Cabo Verde

A las afueras de esta ciudad, hay unas montañas estratificadas con unas formas muy bonitas, y que parece que nadie ha considerado como atractivo turístico, pues ni el taxista nos la indicó ni tampoco ninguna guía turística habla de ellas. Preciosas, como se puede ver en las fotos de abajo.

Finalmente llegamos a uno de los pocos puntos de la isla donde es seguro bañarse; Ponta da Salina, un complejo de rocas que hacen formas extravagantes, sobre las que han colocado unas pasarelas y se puede caminar. Las pozas estaban bastante sucias debido a unas obras para colocar una casa del pescador. Igualmente, al estar nublado, el agua no se veía con el característico color turquesa que muestran las fotos de las agencias.

Llegamos de nuevo a São Filipe después de un día muy completo, con la cámara cargada de fotos y con muchas ganas de seguir conociendo este precioso país.


Fecha: del 4 al 25 de septiembre de 2020

Ruta: Isla de Santiago – Isla de Fogo – Isla de São Vicente – Isla de Santo Antão – Isla de São Vicente – Isla de Santiago


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