Del pirineo hasta la estafeta

Fecha: del 31 de julio al 22 de agosto de 2021


Esta jornada la concluiríamos en Pamplona, pero antes volveríamos a entrar en Francia, para visitar otro de los lugares de ensueño que esconde el país vasco al otro lado de la frontera: San Juan de Pie de Puerto, más conocido en su lengua autóctona como Donibane Garazi.

Esta preciosa localidad enclavada entre gigantescas montañas es considerada el punto de partida del Camino de Santiago Francés, por eso lo primero que choca cuando uno comienza a caminar por sus calles históricas es la cantidad de albergues peregrinos que se ofertan a cada paso. Esta zona histórica de la ciudad está encerrada en una muralla bastante bien conservada, con torreones que hacen de fortificación y defensa de la ciudad. Después de acceder a través de la Puerta de Navarra, existe una calle principal que discurre rodeada de casas estrechas que parecen escoltarla hasta encontrar un camino de ascenso a la ciudadela, situada en la parte alta, ofreciendo unas vistas singulares. Esta calle se denomina “Rue de la Citadelle”, que nace sobre el Río Nive de Béhérobie, y, al igual que vimos en San Juan de Luz y Ainhoa, está repleta de tiendas de souvenirs con mucho encanto. Este río tiene dos puentes que lo cruzan, y ofrecen una imagen preciosa con sus viviendas repletas de balcones colgando sobre las aguas.

Caminamos toda la calle principal hasta llegar a la puerta de San Jacques, uno de los clásicos lugares de paso para iniciar el Camino de Santiago desde Francia, pero en lugar de atravesarla, comenzamos a subir por el serpenteante camino que da acceso a la ciudadela, construida entre 1625 y 1627. En lo alto, se encontraba el castillo de los reyes de Navarra, cuyos restos se han reconvertido en colegio; y el arco que da acceso hasta el mirador se denomina “La Porte du Roy”. Desde allí, contemplamos durante un buen rato los caseríos desperdigados entre montañas y valles.

La siguiente parada la hicimos en Roncesvalles, volviendo a atravesar la frontera y sobreviviendo a las mil y una curvas que surgen en este puerto de montaña en mitad de los pirineos; algo formidable. Este pueblo, si se puede llamar pueblo, tiene menos de 50 habitantes, y prácticamente todas sus edificaciones tienen connotaciones religiosas o relacionadas con el Camino de Santiago. Este lugar ha sido histórico en la península por tratarse de uno de los puntos de acceso desde el continente más utilizados por los diferentes pueblos que se han adentrado en Iberia. Los romanos, los celtas y los godos penetraron en la península atravesando este puerto de montaña, y es conocida la derrota que sufrieron los ejércitos de Carlomagno al ser atacados por los vascos a su paso por Roncesvalles, Orreaga en euskera.

En Roncesvalles destacan la Colegiata, la tumba del Rey Sancho VII, el sil de Carlomagno y el antiguo hospital de peregrinos, junto a un lujoso hotel y un museo. Todo ubicado en un espacio bastante reducido. Se supone que en el silo se encuentran los restos de los soldados muertos en la batalla de Roncesvalles en el año 778, y donde posteriormente se han ido enterrando los habitantes del pueblo y peregrinos con mala fortuna que han perdido su vida por aquí. Es probablemente el edificio más antiguo de este complejo monumental.

En la Capilla de San Agustín, junto a la Colegiata de Santa María de Roncesvalles, se encuentra el sepulcro de Sancho VII el fuerte, reposan los restos de este rey de Navarra dentro de una escultura funeraria con su imagen hecha en mármol sujetando una espada. Es un espacio pequeño rodeado de vidrieras. Aquí también se encuentran los restos de las supuestas cadenas de Navarra que este rey cortó de un espadazo para liberar a los esclavos del Califa Miramamolín en la batalla de las Navas de Tolosa y que hasta ahora forman parte del escudo de Navarra y de España.

Concluimos el día llegando a Pamplona/Iruña, capital de Navarra. La primera parada fue para almorzar, en el Café Iruña, el que fuera el primer establecimiento de la ciudad con luz eléctrica, inaugurado en 1888 y famoso porque Hemingway comenzó a escribir muchos de sus libros en este lugar, donde pasaba horas conversando con los habitantes de la ciudad y parroquianos de este bar. Situado en la Plaza del Castillo, en su interior se mantienen las decoraciones de la época, con lámparas clásicas, espejos y columnas muy llamativas. Un lugar con mucho encanto.

Después, y aunque fue el día más caluroso de todo nuestro viaje, Vero y yo salimos a caminar por las calles, mientras el resto de la familia se dedicaba a echarse la siesta. Paseamos hasta la ciudadela, una antigua fortificación construida entre los siglos XVI y XVII, que a día de hoy sirve como espacio verde de la ciudad. Allí se realizan diferentes intervenciones artísticas como conciertos o ferias. Un poquito más adelante se encuentran los Jardines de la Taconera, situados sobre la vieja muralla de la ciudad, llenos de fosas en las que han colocado ciervos, además de pavos reales y patos.

Desde allí paseamos paralelos al Río Arga hasta llegar de nuevo a las calles históricas de la ciudad, pues habíamos quedado en encontrarnos con mis amigas vascas de la época en Chile. Fue un bonito reencuentro con Irati, Ana y Miren (a quienes recordaréis por la pequeña vuelta por Perú, Brasil y Bolivia en 2009), también estuvo Eider que viajó con nosotros por Patagonia, y se unió Clara (también apareció en este blog en el mismo viaje mencionado), que justo estaba esos días por allí con su novio. Fuimos a tomar unas cañas juntos y después a cenar, rememorando viejos tiempos y disfrutándolo muchísimo. La pena fue que la ciudad seguía con toque de queda por la pandemia y a las 22:00 nos mandaron a todos a dormir, teniéndonos que despedir precipitadamente.

A la mañana siguiente, ya con la familia al completo, salimos a pasear por las calles del casco histórico de Pamplona. Me gusta especialmente la Plazuela de San José y la calle Redín, que nace desde allí a los pies de la catedral. Caminamos por sus bonitas y estrechas calles peatonales, disfrutamos de sus balcones e hicimos el recorrido que hacen los toros en las fiestas de San Fermín. Nos asomamos a la plaza del Ayuntamiento, donde ocurre el famoso chupinazo todos los 6 de julio, que da inicio a los encierros y desde allí fuimos recorriendo las calles, hasta descender en línea completamente recta por la famosa calle Estafeta, que concluye en la plaza de toros. Cerca de allí se encuentra un monumento al encierro, bastante grande y realista, muy bonito.

No todo es felicidad en los encierros

MONUMENTO AL ENCIERRO (Bronce, 2007): Rafael Huerta Celaya



Ruta: Madrid – Langreo – MUMI – Cangas de Onís – Ribadesella – La Cuevona – Playa la Vega – Gijón – Avilés – Oviedo – Colunga – Lastres – Museo Minero Valle de Samuño – Desembocadura del Nalón – Cudillero – Cabo Vidio – Tapia de Casariego – Foz – Playa de las Catedrales – Ribadeo – Rinlo – La Coruña – Finisterre – Santiago de Compostela – Cambados – Combarro – Pontevedra – Castillo de Sobroso – Ribadavia – Carballino – Orense – San Pedro de Rocas – Nogueira de Ramuin – Mirador de Cabezoás – Parada de Sil – Balcón de Madrid – Castaño Milenario de Entrambosrios – Pasarela del Río Mao – Caldelas – León – Burgos – Echalar – Lesaca – Bera – Elizondo – Ainhoa – Zugarramurdi – San Juan de Luz – San Juan de Pie de Puerto – Roncesvalles – Pamplona – Pasajes – San Sebastián – Guetaria – Bilbao – Castro Urdiales – Santander – Potes – Espinama – Fuente Dé – Las Ilces – Mogrovejo – Santo Toribio – Aranda del Duero – Madrid

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