Fecha: del 26 de diciembre de 2021 al 9 de enero de 2022
Este día lo iniciamos bien temprano, desplazándonos en una camioneta que nos llevó dirección al norte, más concretamente hasta la frontera con Mauritania, en el río Senegal. Allí hay un humedal de gran importancia biológica, que ha sido declarado sitio Ramsar y también Patrimonio de la Humanidad. Se trata del Parque Nacional de las Aves del Djoudj.
En medio de este desierto, que nace en el norte de Senegal y se une con los desiertos mauritanos, se abre el río Senegal, que se desborda en un enorme y verde delta que atrae anualmente unos tres millones de aves migratorias. La imagen aérea muestra esta “pequeña” mancha verde rodeada de infinito color amarillento de la franja más oriental del Sahara. Es impresionante el cambio radical que uno observa al llegar al río después de recorrer por varios kilómetros unas carreteras de arena polvorientas que no se las recomiendo a ningún motorista.
Llegamos bastante pronto e ingresamos al parque, siendo los primeros turistas del día. En la entrada, un par de lagunas llenas de juncos albergaban grupos enormes de pequeñas aves que aún no iniciaban su día y seguían descansando pacientemente sobre el agua. Pudimos ver un pequeño chacal asomado en uno de los cantos del camino que se dirigía hacia el embarcadero, pero no logramos tomarle la fotografía. Más adelante, un grupo de facóqueros se detuvo un momento a observarnos para posteriormente continuar su búsqueda de raíces y hongos bajo el suelo.
Tras este lento recorrido por los caminos terrestres del parque, acabamos llegando hasta el pequeño embarcadero donde algunos habitantes de la zona prestan su servicio de barquero y llevan a los visitantes por los diferentes estuarios y brazos del río. Tuvimos que esperar un buen rato hasta que uno de los barqueros apareciese para llevarnos. Finalmente apareció a regañadientes con un gorrito en la cabeza y cara de haber trasnochado, nos paseó por el estuario.
Navegamos entre miles de árboles ribereños y juncos, sobre los cuales, una gran cantidad de especies de aves desarrollan su vida. Algunas las vimos más cercanas y otras más, lejanas, con diferentes niveles de timidez y escapismo. Sin duda alguna, la especie dominante y más impresionante de la visita fue el gran pelícano africano. Llegamos hasta una isleta donde miles de individuos de esta especie custodiaban sus nidos y controlaban con dedicación su pequeño metro cuadrado con polluelos. El lugar apestaba a guano de ave y el blanquecino rebosaba por el agua alrededor. Aguantamos un buen rato allí, observándolos, mientras ellos, indiferentes, continuaban con su vida tan tranquilos.
Al regreso, cerca de la puerta de salida del parque, además de más y más aves, vimos otro chacal alejándose de nosotros en un lateral de la carretera. A estas horas de la mañana, bastantes ganaderos movían sus vacas por estos caminos polvorientos, levantando una nube de polvo que se difuminaba en el horizonte. La imagen era auténtica, pareciendo ya que uno hubiese entrado en Mauritania. Las caras de los ganaderos cubiertas por turbantes para protegerse del polvo en suspensión, los palos con los que atizaban el ganado y las carretas de madera hacían una imagen de postal única. Lástima que desde nuestro vehículo, con tanto bache, fuese tan difícil captar el momento.
El guía con el que habíamos contratado el tour fue muy hábil y nos ayudó dejándonos en Lompoul. Una señora danesa que nos acompañó durante el recorrido en el parque nacional había contratado también el tour con él y finalizaba el día en Dakar, por lo que nos dijo que estuviésemos calladitos y que él nos dejaba en nuestro siguiente destino en su camino hacia Dakar. Nos ahorramos un sept place y el consecuente entumecimiento de columna y extremidades.
En Lompoul nos esperaban con un vehículo para llevarnos hasta el hospedaje que habíamos reservado en las dunas de arena del desierto con el mismo nombre. Nos instalamos en nuestra carpa y nos dedicamos la tarde a tomar té y cervezas; éramos los únicos huéspedes del hotel, por lo que teníamos todas las instalaciones y el desierto entero para nosotros solos. Por hacer algo nos animamos a dar una vuelta en camello hasta lo alto de una colina desde donde vimos el atardecer y el horizonte dunar de los alrededores. Desde aquí se puede llegar hasta la playa también, pero ya se nos estaba acabando el viaje y en estas fechas todavía era necesario hacerse una PCR; pues Senegal no aceptaba ni para entrar ni para salir test de antígenos, que tardan menos tiempo en hacerse.
En la noche apareció el típico chico del djembé que ameniza a los grupos que se hospedan en este lugar, y se quedó un poco cortado porque no supo muy bien qué hacer con apenas dos turistas. Normalmente, monta un corro de personas, toca un rato y después enseña a los turistas a tocar mientras bailan alrededor de la hoguera. Sin embargo, con nosotros dos solos no sabía muy bien cómo gestionarlo, así que acabamos siendo nosotros los que le motivamos a tocar un rato y a enseñarnos unos conceptos básicos de percusión, los cuales olvidamos esa misma noche. Se llevó una propina y se fue contentísimo.
A la mañana siguiente nos despertamos temprano y decidimos subirnos a un autobús que teóricamente llegaría hasta Dakar, pues debíamos llegar antes de las 17:00 que era la hora a la que cerraba el Institute Pasteur, el lugar oficial donde los turistas se debían hacer las pruebas PCR para viajar. En principio el tramo era corto, y según mis cálculos nos daría tiempo a comer en Dakar y después ir a la prueba. Este autobús destartalado realizó tantas, pero tantas paradas que casi no llegamos. En cada pueblo se metía en la estación, y en la carretera paraba a absolutamente todas las personas que querían subir o bajar. En un momento dado nos bajaron a todos y nos hicieron cambiar de vehículo, y al llegar finalmente a las afueras de Dakar, cogió un desvío que no nos cuadraba, metiéndose hacia un barrio que no era el centro de la ciudad. Nos tuvimos que bajar inmediatamente y coger un taxi hasta la clínica, donde pudimos hacernos la prueba in extremis, recibiendo el resultado en unas pocas horas. Nos parecieron super eficientes a la hora de hacer la prueba, y más todavía en la agilidad para entregar los resultados, pues los habríamos esperado al menos 24 horas después.
El día siguiente lo dedicamos a comprar en el Mercado Sandaga algunas artesanías y recuerdos para y a dar un último paseo por el Plateau de Dakar, despidiéndonos de lo que había sido un viaje precioso donde todo nos salió perfecto. ¡Gracias Senegal, eres hermoso y tu gente, maravillosa!
Ruta: Dakar – Isla de Gorée – Reserva de Bandia – Laguna de Somone – Cementerio de Conchas de Fadiouth – Isla de Fadiouth – Palmarin – Djiffer – Delta del Saloum (Falia) – Ziguinchor – Abene – Usui – Mlomp – Elinquín – Cap Skirring – Diembering – Bouyouye – Siganar – Ninabalan – Ziguinchor – Thiès – Saint Louis – Reserva de las Aves de Djoudj – Desierto de Lompoul – Kébemer – Dakar