Fecha: 14 al 16 de abril de 2022
Ya llevábamos tres semanas en el país, acostumbrándonos a San José, a la nueva vivienda y aprendiendo a movernos por las calles y entender las dinámicas paulatinamente. Ya teníamos claro que para moverse por la ciudad y por el país, lo más adecuado es el vehículo propio, pero el nuestro todavía ni salía de Cabo Verde para esas fechas. Nuestra mudanza, debido a la famosa crisis de los contenedores se retrasó muchísimo en salir, por lo que tuvimos que vivir con los muebles plásticos provisionales del departamento que alquilamos. Por suerte, se encuentra a siete minutos a pie del trabajo y eso permite no tener que utilizar el coche cada día ni sufrir eternos embotellamientos (presas, como las llaman en Costa Rica).
En Abril, como cada año, nos concedieron unos días festivos por la semana santa, por lo que decidimos hacer una escapada a algún lugar que no fuese muy lejano, y escogimos Turrialba y alrededores. Buscamos a través de booking un lugar donde quedarnos, y viendo que las mejores y más bonitas opciones se encontraban apartadas de la ciudad principal en bonitas parcelas tranquilas y rodeadas de vegetación, decidimos por consultar a una de estas propiedades. Nos indicaron que era sencillo llegar en autobús y que ellos nos ofrecían una serie de tours para recorrer la zona el par de días que nos íbamos a hospedar. Nos pareció una buena opción y reservamos.
Llegar hasta allí fue relativamente sencillo, tras una escala en la ciudad de Turrialba, tomamos otro bus que nos dejó en mitad de una carretera secundaria, desde donde descendía un camino de tierra, que recorrimos a pie hasta llegar al hotel, escondido entre fincas ganaderas y repoblado con algunos árboles y gran cantidad de arbustos florales.
Cuando llegamos, y tras hablar un rato con el encargado, descubrimos que la persona que nos había ofrecido los tours había decidido quedarse en San José, por lo que nadie podía llevarnos a visitar nada; y para colmo, en Semana Santa, todos los restaurantes y comercios de la zona cierran sus puertas religiosamente para conmemorar la muerte y resurrección del Señor Jesucristo. Adicionalmente, el hotel solo ofrecía el desayuno, por lo que tampoco había opción de comer allí…
Obviamente nos quedamos en shock y la primera respuesta fue que nos quedaríamos solamente una noche y nos iríamos a Turrialba al día siguiente, no obstante, el encargado, sin saber muy bien qué hacer, nos ofreció que comiésemos de lo que él tenía en la nevera y el congelador para su subsistencia. Aceptamos. Al rato aparecieron otros turistas, todos con el mismo problema, y finalmente acabamos comiendo todos de la comida de ese señor, organizando unos momentos de comedor social muy divertidos.
En esa primera cena conjunta, conocimos a Jonny, un costaricense que estaba paseando con su hijo Isaac sin un plan fijo, y que, tras un rato conversando, se apiadó de nosotros y nos propuso pasearnos en su coche, lo cual aceptamos rápidamente y completamente agradecidos.
La ruta del día siguiente inició con la ruta hasta las Cataratas Las Trillizas, que tiene un camino de descenso con bastante pendiente, resbaladizo y enlodado en algunas partes, pero llega hasta tres cascadas preciosas escondidas entre un bosque con mil tonalidades de verde. En este lugar las familias llegan con el picnic y pasan el día entero comiendo y dándose baños. Allí abajo pasamos un ratito contemplando el espectáculo y posteriormente regresamos cuesta arriba y echando el higadillo. En realidad es aproximadamente un kilómetro, pero tiene bastante pendiente. Vale la pena. Desde la propiedad que da acceso al camino se puede entrar también a otra catarata llamada La Muralla, pero ya nos pareció excesivo hacer dos cataratas en el mismo día.
Desde aquí, y con más ganas de conocer, nos fuimos hasta el Monumento Nacional Guayabo, que es uno de los pocos sitios arqueológicos que tiene Costa Rica, gestionado por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación y que protege, no solamente el espacio patrimonial sino el natural. Se trata de una antigua ciudad que funcionaba como centro neurálgico entre varias poblaciones de la zona y que conectaba a través de calzadas de piedra, algunos de los cacicazgos cercanos. Estuvo habitado desde hace más de 2.500 años y se abandonó (sin conocerse bien las causas) unos cien años antes de la llegada de los españoles. Lo más interesante para mí, además de las calzadas, son los sofisticados acueductos para canalizar el agua que todavía funcionan. El recorrido por el sitio no es muy largo, pero es bastante bonito; tiene un mirador desde el que contemplar las bases de piedra donde estaban construidas las viviendas y la enorme calzada principal que da acceso al monumento. Pasamos un buen rato contemplando las ruinas y leyendo todos los carteles del sendero. Pudimos ver también algunos petroglifos y tumbas. Lo más triste es que hasta finales del 1800, no se empezó a explorar en detalle, y muchas de las piezas de oro, figuras de barro y enterramientos, ya habían sido saqueados. Lo que queda, se encuentra en su gran mayoría en el Museo del Oro y en el Museo Nacional de Costa Rica.
Agotados, almorzamos en un restaurante de carretera cercano que por suerte sí estaba abierto durante esos días, y regresamos al hotel para dormir una siesta profunda. Por la noche, cenamos en el comedor solidario y planificamos con Jonny la excursión del día siguiente, que además concluiría dejándonos en la puerta de casa con su coche. A veces uno se encuentra personas maravillosas por el mundo a las que no sabe cómo agradecerles.
Tras el desayuno, iniciamos el día saliendo hacia Ujarrás, donde pararíamos primero en el mirador que da vista al lago de Cachí y el valle que lo rodea. En este mirador, como descubriríamos poco a poco, también se acomodan los ticos para pasar el día con neveritas llenas de cerveza y alimentos varios. Después de asomarnos a este mirador, descendimos hasta las ruinas de Ujarrás, para visitar el lugar en el que, a finales del 1500, los franciscanos iniciaron una reducción indígena (concentración forzada de indígenas en un mismo asentamiento para adoctrinarles religión y cultura foráneas). Aquí se erigió una iglesia que primero fue de adobe y después fue sofisticando sus materiales con el paso del tiempo, hasta que en 1833, debido a las diferentes epidemias de fiebre amarilla y por el riesgo de inundaciones de la zona, la villa fue abandonada y su población movilizada hacia un lugar más seguro. En este lugar todavía quedan los restos de la iglesia, en muy malas condiciones pero todavía en pie.
Seguimos nuestro recorrido rodeando el lago hasta acercarnos a Orosi, donde, al igual que en Ujarrás, vivían diversos pueblos Huetar, y donde, de nuevo, los franciscanos, construyeron una iglesia (1767), que sigue en pie. Se trata de la única iglesia en todo el país que mantiene la arquitectura colonial española. Por dentro es austera pero bonita, construida en madera pintada de colores, con paredes de adobe y techo forrado de tejas. Es muy interesante el museo aledaño ubicado al interior del antiguo convento de los frailes, donde se exponen algunas de las pocas reliquias que quedan de este lugar, en su mayoría traídas desde Guatemala o México en tiempos de la colonia.
En la puerta de este lugar conocimos a Don Orlando Arias, una persona que maneja un carrito con una silla de ruedas completamente tuneado, al que los vecinos denominaron “Lorito“, por ser verde en sus orígenes. Este carrito ha ido mejorando sus prestaciones a lo largo del tiempo y ahora es de color blanco, pero mantiene toda su esencia. Don Orlando es una persona muy carismática y hasta invitó a Verónica para subirse a su Lorito.
Después de esta parada, enfilamos hasta Cartago, donde visitaríamos la famosa Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, donde se ubica “La Negrita”, Virgen de los Ángeles, patrona de Costa Rica. La basílica es muy bonita y pintada de diversos colores. Es impresionante ver a los devotos fieles entrando de rodillas para ver a la virgen y pedirle milagros. La virgen se encuentra en el altar mayor metida en una vidriera rodeada de abalorios dorados.
Lo más interesante es la visita a la parte trasera de la iglesia, donde se encuentra la roca original en la que se halló la figura de la Negrita. Cuenta la leyenda que una indígena de Puebla de los Pardos, mientras recogía leña en el bosque, encontró una figura de piedra de una mujer con un bebé. Feliz con su descubrimiento, decidió llevarla a casa y guardarla en un cajón. Al día siguiente, encontró otra figura igual a la primera y la llevó a casa también. Pero cuando buscó la primera, ¡sorpresa! había desaparecido. Lo mismo sucedió al tercer día, y en esta ocasión, la chica llevó la figura al sacerdote del pueblo. Pero la figura también desapareció del cofre donde la habían guardado. Después de varios intentos, el sacerdote y un grupo de personas fueron al bosque y encontraron la figura encima de la misma roca donde la chica la había encontrado por primera vez. Entonces, el sacerdote entendió que era un mensaje de la Virgen María, que quería estar cerca de los menos favorecidos. Construyeron un templo en su honor en ese mismo lugar.
En esta cripta, los fieles entregan exvotos a la virgen tras haberles cumplido sus pedidos. Algunos de ellos se exponen en paneles y estanterías por toda la zona, con explicaciones del milagro concedido. Hay cientos de partes diferentes del cuerpo (imagino que curadas tras enfermedades), pero también hay medallas y trofeos, o figuritas de vehículos, instrumentos de música o animales. Muy interesante.
La última visita fue a pocos metros de la Basílica, en la plaza mayor de Cartago, donde se encuentran las ruinas de la catedral, que en realidad nunca llegó a concluirse, debido a varios terremotos que la tiraron abajo, siendo esto un designio divino que no recomendaba construir esa catedral en este lugar. En su interior han habilitado un jardín con fuentes y estanques con peces, donde las familias pasean y contemplan los restos de este monumento que nunca fue.
Finalizamos el día en San José, agradeciendo infinitamente a nuestro nuevo amigo y acordando seguir viéndonos en próximas ocasiones. Aprendimos que la Semana Santa se cumple a raja-tabla en Costa Rica y que hay que planificar bien si no te quieres quedar tirado sin víveres.