Amanecí en San José de Chiquitos, y con calma, me dispuse a visitar la iglesia de piedra; la más grande y representativa de toda la zona. No obstante, y aunque es preciosa, no me pareció la más impresionante. Las maderas pintadas de colores de las que había visto el día anterior, tenían un encanto especial. Lo que sí me sorprendió fueron los murales y frescos característicos de la época napoleónica y con Fernando VII en el medio. Aunque no son tan antiguos, parece increíble pensar cómo los habitantes de esta zona tan remota del mundo podían gastar su tiempo en dibujar y rendir culto a alguien al que nunca conocerían.
Tras disfrutar de este lugar, me dirigí al terminal de buses a esperar un trufi. Sin embargo me pasé unas 3 horas esperando hasta que salió uno. Un desastre… pues tenía que pararme en un pueblo llamado Chochís y no sabía si desde ahí conseguiría otro transporte hasta donde pensaba dormir; Santiago de Chiquitos.
El día estuvo soleado y la carretera se mostró espectacular, desfilando en línea recta entre bosques frondosos y montañas de color rojo en sus costados. Finalmente me bajé en Chochís a eso de las 13:00. Aquello era un pueblo fantasma ubicado entre colinas coloradas y preciosas. Cargando mi mochila y un algo desesperado por encontrar a alguien que me llevase hasta el Santuario Mariano de la Torre, que quedaba un poco apartado, logré localizar a un chico dispuesto a subirme hasta allí en moto y a guardarme la mochila en su casa por un rato. Este lugar, aunque no es de la antigüedad de los anteriores, fue diseñado por Hans Roth, suizo que se encargó en los años 70-90 de recuperar y restaurar las misiones jesuitas existentes en esta zona del país. El templo se encuentra bajo un montículo enorme de color rojo conocido como “la muela del diablo”, por el que se puede subir hasta llegar a unos puntos donde ya la peligrosidad comienza a crecer y decidí no seguir arriesgando. Desde lo alto, y previo paso por un pequeño santuario escondido entre las rocas, se contempla un bosque verde infinito rodeado de acantilados arcillosos. Pareciera que no tiene fin la extensión de naturaleza en este lugar.
Tras el paseo, regresé al pueblo, comí tranquilamente en uno de los pocos restaurantes del lugar, me hice amigo de los cuatro paisanos que me encontré y esperé unas cuantas horas hasta conseguir un transporte que me llevase a mi destino. Bueno, en realidad, el trufi me dejó en Roboré. Allí esperé otro rato y logré llegar hasta Santiago de Chiquitos, donde me hospedé en el agradable Hostal Churapa, un sitio decorado con motivos chiquitanos y donde se come deliciosamente. El pueblo de Santiago es muy pequeño, pero es agradable y muy tranquilo. Paseé un poco por la noche y otro rato en la mañana.
Mi intención era poder hacer ese mismo día el cruce de la frontera desde Bolivia hasta Brasil para dormir en Corumbá, donde me esperaba un tour que había reservado al Pantanal brasileño. Por esto, entre las diferentes caminatas que se ofrecían en este valle de Santiago de Chiquitos, escogí una que me permitiese llegar a Roboré a coger un trufi que llegase a la frontera a una hora prudente, pues me avisaron de que cerraban a las 17:00.
Entonces escogí una ruta hasta unos monolitos existentes en lo alto de una montaña en el inmenso Valle de Tucavaca, un área protegida preciosa y amenazada por la existencia de hidrocarburos en su interior. Un lugar tranquilo, cálido e infinito. Por el camino respiramos aire puro y tranquilidad hasta llegar a lo alto de un mirador rodeado de monolitos de piedra tallados por el viento.
Tras el paseo y el goce de este hermoso lugar, regresamos hasta Roboré, donde me quedé esperando un transporte hasta la frontera que tardó mucho más de lo que me habría imaginado. Y aunque llegaba una hora antes para hacer el cruce de frontera, cuando llegué a la migración Boliviana, me topé con un cartel que decía “Debido al cambio horario en Brasil, desde hoy, las 16:00 pasan a ser las 17:00, y por complementariedad, nuestra oficina se amolda a los horarios de Brasil”. Así que, muy a mi pesar, tuve que quedarme en este pueblo llamado Puerto Quijarro para esperar a pasar la frontera al día siguiente. Al menos, pude disfrutar de unas codornices asadas y una última paceña bien fría.
Fecha: 1-18 de noviembre de 2018
Ruta: Santa Cruz de la Sierra (BO) – San Javier (BO) – Concepción (BO) – San José de Chiquitos (BO) – Chochis (BO) – Santiago de Chiquitos/Valle de Tucabaca (BO) – Corumbá (BR) – Passo do Lontra/Pantanal Sul (BR) – Bonito (BR) – Recanto Ecológico Rio da Prata (BR) – Pedro Juan Caballero (PY) – Asunción (PY) – Yaguarón (PY) – Encarnación (PY) – Trinidad (PY) – Jesús de Tavarangüe (PY) – Foz do Iguaçú (BR) – Porto Alegre (BR) – Rio Branco (UY) – Montevideo (UY) – Colonia del Sacramento (UY) – Buenos Aires (AR)
En geobotanica, se conoce bajo el nombre de bosque chiquitano a una unidad geobotanica integrante del dominio de los bosques secos estacionales neotropicales (BSEN), la cual podria ser categorizada como otra de sus provincias botanicas.