El valle de Luangwa, comencemos desde el Norte

Después de alquilar un Toyota Hillux Surf y meter todo nuestro equipaje en la baca gracias a las filigranas de Jara y Teresa, emprendimos la marcha hasta Mpika, puerta de entrada hacia el Parque Nacional de North Luangwa. Nos esperaban dos jornadas de carretera y pocas cosas visitables en el camino, sin embargo, gracias a la emoción que teníamos en el cuerpo y la ansiedad por el viaje, se nos hizo corto y poco pesado.

A mitad de trayecto, hicimos una breve parada en las cuevas Nachikufu. Son unas cuevas bastante mal conservadas, pero en las que se pueden ver pinturas rupestres de más de 15.000 años de antigüedad, con formas de elefante, cazadores con arco o siluetas ceremoniales. Un señor bastante simpático te da unas curiosas explicaciones sobre el lugar, que por cierto, tiene unas vistas excelentes. Al fondo de la cueva, nos metimos por un estrechamiento del que empezaron a salir murciélagos cuando íbamos todos agachados y en procesión; parecía la típica imagen de las películas, donde se enganchan en el pelo de las protagonistas y pegan chillidos de escándalo.

Elefante

Después de la paradita, continuamos disfrutando de los paisajes, las comunidades, sus casitas redondas de tejados de paja, sus mercados, etc… Y bueno, el coche que habíamos alquilado venía con un handicap: La manecilla del depósito no funcionaba. Pero nos habían asegurado que aguantaba 500 kilómetros sin repostar, y que a partir de ahí nos empezásemos a preocupar. Pues bien, a los 430, el coche empieza a reducir marchas solito (era automático) y se para… (con la luz de la batería encendida) a veintipico kilómetros de Mpika.

– Me cago en todo, ya nos hemos quedado sin batería!!
No, Sergio! Yo creo que es la gasolina, no es la primera vez que lo veo! (Inteligente Jara, cuánta razón!)

Total, que ya dispuestos a hacer autostop para llegar a la gasolinera más cercana (la de Mpika), se me ocurre preguntarles a unas señoras si sabían dónde podíamos conseguir combustible, y me dicen tan tranquilas como si nada “Sí, aquí detrás en esta aldea, venden“. Mira que tenemos suerte! A menos de cinco minutos a pie, un señor tenía unos bidones enormes llenos de combustible, así que rellenamos uno de los bidones que teníamos y proseguimos la marcha…. qué susto!!

las super exploradoras en acción

Llegados a Mpika, tras recargar el depósito, los dos bidones, hacer compras y cambiar dinero, plantamos la tienda de campaña en un camping y nos comimos unas pastas precocinadas, pensando en que al día siguiente entraríamos en el esperado North Luangwa NP.

….

y llegamos! (tras un obligado madrugón)

Después de conducir durante horas a unas velocidades absurdas para ver si veíamos algún animal (no supimos hasta más tarde que la zona alta del parque en la época seca se queda desierta de animales) llegamos a la zona baja, donde empezamos a encontrarnos con algo de tímida fauna.

Secarral absoluto
Ana grita “una cebra!!!“

Y después de ser atacados por legiones de moscas tse tse que se metían en el coche por etapas (al final aprendes a quererlas o a “pastorearlas” para que salgan por donde han entrado), después de pasar diferentes puertas con sus correspondientes rangers; llegamos hasta el campamento. Luangwa North Camp, donde nos esperaba el equipo de Feeling Africa. El lugar es espectacular, situado en la orilla del río, con unas vistas impresionantes y con tan solo cuatro bungalows montados sobre una serie de pasarelas, que te permiten disfrutar del ambiente del parque mientras te tomas una cerveza relajadísimo.

Con ellos hicimos muchas salidas por el parque, safaris a pie y safaris nocturnos; cada uno interesante por diferentes cosas. En la salida a pie, pudimos ver de cerca un montón de animales diferentes, pero lo más impresionante fue tener bien cerca a los elefantes o a los hipopótamos. En la noche, aunque íbamos como locos buscando al leopardo, y aunque no lo encontramos, pudimos ver las reacciones de los hipopótamos cuando son molestados con un foco de luz, corriendo rápidamente a envestirte si te descuidas un poco. Hacer estos circuitos nocturnos con un foco por mitad del parque es emocionante e intenso; lo disfrutamos muchísimo.

Cuando por la noche apareció un león dando rugidos por el campamento acechando a unos impalas fue cuando tuve que pellizcarme para creerme dónde estaba. (En realidad no hizo falta pellizcarme, me hice caca en los pantalones…). Poder tener esas situaciones de vida salvaje tan, TAN cerca, es un lujo al que mi cuerpo no está acostumbrado.

El parque está lleno se sausage trees
No hay mayor placer que pescar entre hipopótamos…
Musarañita
Hiena esquiva
Un amanecer desde el campamento
Nuestro ranger salvavidas
Los pucus endémicos del valle

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