Sorprendentemente, llegando a la comunidad Santa Rita, y adentrándose un poco, llega uno a la zona protegida por la propia comunidad, en la que tras un paseo de una hora, te haces a la idea de cómo debería ser esta parte del país si no se hubiese deforestado tan bestialmente. Como dice el slogan, “Un paraíso tropical al sur de Ahuachapán”. Cuando me dijeron que había caimanes me imaginé que habría unos pocos, y los alimentarían para los turistas, pero me sorprendí cuando vi la barbaridad de caimanes que había allí, a los que te puedes acercar desde una plataforma, y además, éramos los únicos turistas. La guarda recursos nos acompañó todo el rato y nos explicó la zona,
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Gloria sí puede, y tú, ¿podrías?
Este fin de semana, con motivo de la despedida de Sara, nos hemos ido a unas casitas en Ahuachapán. Un lugar llamado “los ausoles”, palabra náhuatl, que viene a significar “fumarola volcánica”. El lugar es impresionante, han canalizado todas las aguas termales en unas piscinas de diferentes temperaturas donde uno se puede bañar y quedarse extasiado por horas. Un lugar con una gran fuerza natural que deja a uno boquiabierto ante las cosas asombrosas que tenemos en el planeta. Los ausoles en sí están en los alrededores, y les hicimos una visita, pero entre el humo azufrado que sueltan, el calor y el gran olor, uno se queda mareado de la intoxicación. Los geiseres lanzan barro hacia arriba y
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Aquí dejo un vídeo grabado por los niños y las niñas de la comunidad El Tamarindo, uno de los preciosos lugares en los que estuve trabajando en El Salvador.
Existe un departamento llamado Ahuachapán, y en su región norte hay una serie de pueblitos de ensueño perfectamente situados entre las montañas, donde uno respira aire puro y se olvida de que existe San Salvador. Este fin de semana estuve allí con Brenda, paseando y conociendo. Casitas de colores con techos de teja, dibujos en las paredes y gente amable y sonriente que te saluda al pasar. La ruta la hicimos en autobús, dos asientos corridos a cada lado del pasillo y el conductor gritaba “topense hacia el lado, tres y dos, tres y dos!!”. Finalmente llegamos hasta Juayua, donde almorzamos en la feria de gastronomía que montan los fines de semana, bebimos chicha artesanal y horchata de maní. Compramos
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