Tras la escala en Santa Cruz, salimos hacia la Isla de Isabela. La llegada fue medio desconcertante, pues existe un caos generalizado en el puerto y te cobran una tasa por entrar, cosa que en las otras islas no pasa. Entre el caos y la polvareda de las calles sin asfaltar acabamos subidos a una chiva (creo que aún no había hablado de las chivas en este blog; son unos camiones habilitados para que la gente se siente y pasee, donde suelen poner música, y en ciudades como Quito o Guayaquil, se convierten en puras discotecas móviles). En nuestro caso, la chiva era solo para llevarnos hasta el hotel, sin música, sin bebida y sin locura. Todo el pueblo de
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El día siguiente, después de una intensa jornada de buceo, fuimos a pasear un poco por San Cristóbal antes de viajar de nuevo hacia Santa Cruz en la tarde, donde a la mañana siguiente tomaríamos otra lancha hasta la isla de Isabela. Visitamos primero la playa Punta Carola, llena de lobos de mar echados por todas partes en familia, rebozándose en la arena, bostezando y disfrutando del sol luciendo su sobrepeso. Sin embargo, todas las guías decían que la playa interesante de San Cristóbal era la playa de La Lobería, a donde nos desplazamos después y para nuestra sorpresa, había muchos menos lobos de mar que en la primera. Parece que hace unos años hubo una gran matanza furtiva
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El tercer día nos fuimos hasta la isla de San Cristobal, en una de las lanchas que sale cada día a las 7:30 de la mañana. Habíamos contratado (Espe y yo) un tour para visitar la playa Cerro Brujo, donde los lobos marinos descansan tranquilamente echados en la arena. Después, nos llevaron hasta León Dormido, un gran grupo de peñas en medio del mar con mucha profundidad, entre las cuales se crean corrientes y es habitual ver todo tipo de animales, entre ellos el famoso tiburón martillo. Pudimos bucear aquí y alucinar con toda la cantidad de vida en las inmediaciones de estas rocas. En esta ocasión, aunque vimos infinito número de especies animales nadando en este lugar, no pudimos
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El segundo día, ya instalados en Puerto Ayora, salimos temprano para visitar la famosa playa de Tortuga Bay. Puerto Ayora es la capital de la isla Santa Cruz, una ciudad pequeña, y sin embargo mucho más caótica y desordenada de lo que me habría imaginado. Cuando viajas hacia Galápagos, las expectativas son la paz y la tranquilidad, y uno se imagina hermosos lugares poblados de pausados habitantes que viven en armonía con la naturaleza. En contraposición a esta imagen idílica uno se encuentra un sector turístico completamente desordenado donde todos compiten a ver quién saca más dinero; múltiples coches y camiones soltando humo y haciendo ruido, junto con restaurante improvisados y gente insistiéndote para entrar en ellos. Todo esto,
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¿No os estabais preguntando por qué llevo dos años en Ecuador y aún no había visitado las Islas Galápagos? Bueno, primero, es un destino caro, y segundo, hacen falta unos cuantos días para que la visita a las islas valga la pena. Así que aprovechando tres días seguidos que fueron festivos en diciembre, que junto a un fin de semana y dos días de vacaciones que me cogí, logramos hacer una semana completa sin trabajar. Además, residir en Ecuador tiene sus ventajas, pues los billetes de avión son más baratos y la entrada al parque nacional también lo es. Los turistas pagan 100 dólares por el ingreso, y los ecuatorianos y residentes, creo que pagamos 10… todo son ventajas!!
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