Carretera y abismos

Estoy escribiendo esto con un chorro constante de sudor resbalando desde mis sienes hasta la barbilla; las gotas se me acumulan en el pantalón, que va filtrando el humano fluido y provocando una mancha de aspecto desagradable que no para de crecer. Me encuentro en Pemba, sin electricidad, y por tanto, sin ventilador. No hay nada más desagradable que la humedad dentro de un edificio de cemento situado en pleno meollo de una ciudad tropical. Aprovecho mis últimos minutos de energía en la batería del portátil para escribir esto, mientras espero al servicio de reparaciones eléctrico, que puede demorar una hora, dos o incluso toda la noche.   Venía de Mecúfi pensando en actualizar esto, pensando en la relativa maravilla