Amanecí temprano en Colonia, a propósito, pues imaginaba que la zona antigua de esta ciudad estaría repleta de visitantes. La ventaja de estar paseando por uno de estos lugares a las 7 de la mañana es que puedes tomar las fotografías de los lugares más importantes sin que haya cientos de personas dañándola.

El casco histórico de Colonia, declarado patrimonio de la humanidad en el año 1995 se caracteriza por fusionar de una manera armónica los estilos portugués, español y post-colonial. Fue una asentamiento fundado por los portugueses en 1680, y que a lo largo de los años fue conquistado por España y devuelto a los portugueses en diversas ocasiones, hasta la definitiva posesión española en 1777.

A orillas del río de la plata, rodeadas por una muralla deteriorada, diversas viviendas coloniales pintadas de colores rojizos mezcladas con piedra, sirven hoy día de museos temáticos. Se destaca la calle de los suspiros como la zona mejor conservada de Colonia. Diversos bastiones rodean el casco antiguo y un par de plazas muy agradables invitan al turista a tomar asiento y relajarse un poco.

Cuando avanzó un poco más la mañana, las personas fueron apareciendo, y yo opté por unirse a un tour para entender un poco más la historia de este bonito lugar, que resultó ser mucho más pequeño de lo que me habría imaginado.

Mi barco “buquebus” hacia Buenos Aires, no salía hasta la tarde, por lo que me subí en un autobús y llegué al Real de San Carlos, una zona algo alejada del casco histórico pero que tiene en su glorieta principal una plaza de toros de estilo mudéjar inaugurada en 1910 y que solo funcionó hasta 1912, año en el que se prohibieron las corridas. Actualmente está cerrada al público por peligro de derrumbes, pero embellece el barrio de una manera formidable.

Cerca de allí se encuentra la iglesia conservada más antigua de Uruguay, la Capilla de San Benito. Aislada de todo, conservada tal cual se concibió, sin nadie a su alrededor, alberga en su interior a un santo negro que no se sabe de dónde proviene. La leyenda dice que un día apareció un baúl flotando en el río que solo contenía la estatua con la inscripción “San Benito” y una cacerola, nada más. Es un rincón muy apartado de la ciudad y con un silencio sepulcral tanto dentro como fuera de ella. Visita recomendada!

Finalmente fui al puerto para subirme al barco, el cual funciona con el mismo mecanismo que un avión; es decir, uno debe facturar sus maletas antes de viajar, y entrar a una sala de embarque para esperar a ser llamado. Aunque se retrasó más de una hora, navegamos por el Río de la Plata hasta llegar a Buenos Aires, donde me hospedé en casa de mi amiga Andrea y me esperaba la última jornada de este bonito viaje.

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