Empezábamos el que pensábamos que sería nuestro último día en la isla, pues al día siguiente volábamos hasta Mindelo, Isla de São Vicente. En la ciudad de São Filipe no paró de perseguirnos desde que llegamos un guía llamado Claudio, que estaba desesperado buscando a alguien a quien pasear, pues con la pandemia, no ha tenido turistas en muchos meses.
Aunque nuestro plan inicial era quedarnos en la ciudad paseando y descansando, al final decidimos irnos con Claudio, a pesar de que estuviese lloviendo a ratos. Es triste ver cómo gente honrada intenta hacer su trabajo y no puede, por lo que esta acción le ayudó a él, pero nosotros acabamos conociendo unos lugares fantásticos gracias a sus recomendaciones.
Nos organizó un aluguer (minivan que sirve de transporte público) para nosotros y nos llevó por carreteras adoquinadas al borde de acantilados, hasta la apartada población de Ribeira Felipe, desde donde hay unas vistas preciosas; o eso dicen, porque en este caso, con tanta niebla, apenas se alcanzaba a vislumbrar el mar y en pequeñito, Ponta da Salina. No obstante, los paisajes y los caminos con el verde brotando entre los adoquines, fueron preciosos.
También pasamos por la iglesia y por el cementerio de São Lourenço, donde un cura italiano nos atendió y se fumó un cigarro con mi padre, contándonos en una mezcla de italiano y portugués, historias de su vida, de las cuales no entendimos mucho, pero pasamos un buen rato.
Para finalizar la excursión, nos llevó por otros tantos caminos hasta la población de Hortas, donde hay un par de baobabs (aquí les llaman Calabaceiras) milenarios. Son dos árboles monstruosos al borde de un precipicio desde donde se ve la silueta de la isla de Brava, a la que no pudimos ir en esta ocasión por el mal tiempo.
Descansamos en el hotel de Pipi (quién nos atendió de maravilla) pensando que sería nuestra última noche. El hospedaje lo teníamos reservado hacía tiempo, por lo que Pipi, una encantadora mujer de Guinea-Bissau, nos explicó que había cerrado temporalmente por la pandemia, pero que nos atendería para no quedarnos mal. Cuando nos despertamos seguía lloviendo sin cesar, pero, ingenuos de nosotros, llamamos a la aerolínea nacional quien nos aseguró que el avión con destino Mindelo saldría sin ningún problema, así que hicimos maletas y nos fuimos para el aeropuerto.
Después de hacer check in como si el cielo no se estuviese cayendo, anunciaron que el vuelo iba con retraso, y después, nos tuvieron esperando desde aproximadamente las 9:30 de la mañana hasta las 16:30 de la tarde, momento en el que comenzaron a devolver las maletas sin explicar bien lo que pasaba. Así que me dirigí a la ventanilla a preguntar, y me dijeron que nos reprogramarían en el siguiente vuelo a Mindelo (con escala en Praia) que sería dentro de dos días… por lo que le pedimos que mejor nos llevasen a Praia (donde tenemos casa) al día siguiente y hacia Mindelo, al día después.
Con los billetes reprogramados y sin que se dignasen a darnos un hotel, tuvimos que regresar bajo la lluvia y anocheciendo al hotel de Pipi de nuevo, quien nos aceptó una noche más y nos ofreció unas tablas de embutidos y un vino blanco para quitarnos la tristeza. Por la mañana amaneció bastante bien y el vuelo llegó puntual, dejándonos en Praia.
Para colmo, nuestras maletas no salieron por la cinta. ¿Cómo es posible que en un vuelo de 25 minutos pierdan las maletas? Fuimos a preguntar al mostrador y nos dijeron tan tranquilos que el vuelo iba muy lleno y que entonces deciden dejar algunas maletas al azar, siendo casualmente las nuestras, donde mis padres tenían toda su ropa. Pero con mucha tranquilidad me dijeron “que no me preocupase, que llegaban en el siguiente vuelo”, el cual es el mismo avión que teníamos que tomar nosotros al día siguiente hacia Mindelo. Así que con los nervios de punta otra vez, y después de un par de chillidos, me garantizaron que al día siguiente llegarían y me dejarían entrar a la cinta para retirarlas. Adiós, por tanto, a la lavadita de ropa que pensábamos hacer en Praia aprovechando el día perdido.
Menos mal que tuvimos esta escala de un día improvisada en casa, porque las lluvias habían penetrado por las ventanas y algunas habitaciones estaban encharcadas. Además, la mesa de la terraza voló y se clavó en el gancho de la hamaca, dejando un escenario apocalíptico acompañado de plantas derribadas. Después de arreglar la casa y dejar todo listo por si volvía a llover en nuestra ausencia, salimos a comer y cenar por Praia, para no desperdiciar el tiempo perdido.
Al día siguiente logramos recuperar las maletas y subirnos al vuelo destino Mindelo, donde aterrizamos sin mayor inconveniente, listos para los siguientes días de vacación por la isla de São Vicente y Santo Antão.
Fecha: del 4 al 25 de septiembre de 2020
Ruta: Isla de Santiago – Isla de Fogo – Isla de São Vicente – Isla de Santo Antão – Isla de São Vicente – Isla de Santiago