Fecha: del 26 de diciembre de 2021 al 9 de enero de 2022
Después de dos años de restricciones y vuelos suspendidos a causa de la pandemia. Después de que se restableciesen los vuelos esenciales y con control extremo. Tras negarnos la visa en un primer intento de viaje durante mayo de 2021. Finalmente, y no sin dificultades, conseguimos escaparnos unos días a Senegal. PCR mediante, logramos entrar a este país que tanto nos llamaba la atención. Habíamos tenido frente a nosotros a este gigante africano durante mucho tiempo y ya no podíamos aguantarnos más las ganas de pisar sus hermosas tierras.
Cabo Verde, el país en el que vivíamos, recibe ese nombre por el cabo donde se encuentra la capital de Senegal, Dakar. Ese es el cabo Verde, y nuestras islas se denominaron originalmente como “las islas del cabo Verde”, apropiándose finalmente del nombre del cabo y constituyéndose, primero en colonia portuguesa y finalmente en estado independiente desde 1975.
Llegamos a Dakar el 26 de diciembre de 2021, después de celebrar la nochebuena y navidad con amigos en Praia. A la llegada, y probablemente por ser los dos únicos no africanos del vuelo, fuimos sometidos a un test de antígenos aleatorio, del que salimos invictos, permitiéndosenos la entrada. Aunque para que Vero pudiese entrar habíamos tenido que solicitar visa en el consulado de Senegal en Praia, tuvimos algunos momentos tenso-divertidos en la migración del aeropuerto. El pasaporte ecuatoriano pasaba de mano en mano entre los diferentes funcionarios al grito de “Équateur” hasta finalmente llegar a un señor muy serio que lo observó detenidamente y preguntó “¿Comunidad Andina?, ¿Qué país es ese?”. Tras explicarle que el país se llamaba Ecuador y no “Comunidad Andina”, estampó el sello de entrada y pasamos a recoger nuestras maletas.
Una vez salidos del aeropuerto, nos dirigimos hasta el centro de Dakar, conocido como Plateau (igual que el centro de Praia), y allí nos hospedamos en casa de mi compañera Ana y su marido Emilio. Ellos fueron nuestra salvación, pues no solo nos recibieron en su casa y nos alimentaron, sino que también nos prestaron su coche para visitar algunas de las zonas cercanas a la capital.
Esa tarde paseamos por el Plateau con ellos y con sus hijos. Disfrutamos de un bonito atardecer con vistas al puerto y nos impresionamos con la cantidad de aves que invaden los cielos de la ciudad antes de que anochezca. Es un espectáculo inolvidable.











Al día siguiente, a primera hora, fuimos a las oficinas de la Cooperación Española, para conocer el espacio de trabajo de mis compañeros en Senegal. Se encuentra en el centro, cerca del Palacio Presidencial, por cuya acera está prohibido caminar. Al palacio lo custodian unos guardias con uniforme pintoresco que te miran fijamente mientras caminas por los alrededores.


Tras la visita de cortesía, nos dirigimos hacia el gran monumento al Renacimiento Africano. Una mole de 49 metros de altura, construida por norcoreanos y constituida por tres figuras que representan a la familia africana, mirando hacia el horizonte y soñando con un futuro esplendoroso. A la estatua se puede acceder, y dentro dispone de un museo que hace un recorrido por la historia de Senegal, desde los primeros asentamientos humanos hasta la actualidad. En un ascensor se va subiendo planta por planta hasta llegar a la cabeza del padre de familia, con un mirador hacia la ciudad, y desde el que puedes ver en primer plano la cabeza de la mujer con el hijo en los brazos. El sol pegaba duro y el calor era sofocante, pero la experiencia vale la pena y se la recomiendo a todo aquel que visite la ciudad de Dakar.












Después de la experiencia dentro de este monumento de cobre nos fuimos a Les Almadies, un saliente frente al Océano Atlántico y que es el punto más occidental del África continental. Allí hay diversos restaurantes, bares y chiringuitos frente a una playa completamente invadida y destruida, pero donde corre el viento y las olas rompen a tus pies. El comedor popular donde nos sentamos a descansar nos resultó super relajante y pedimos unos cuantos platos de mariscos para picar, acompañados de unas cervezas bien frías que nos ayudaron a reponer las fuerzas. Disfrutamos mucho de este buen rato viendo las olas y escuchando el mar.




Por la tarde nos dirigimos hasta el embarcadero desde donde salen las piraguas a la isla de Ngor. Aunque nuestra idea original era llegar hasta la isla, después de averiguar un poco supimos que básicamente está compuesta por mansiones de la clase alta de la ciudad y que el atractivo real no iba mucho más allá de contemplar construcciones modernas, por lo que decidimos pasear un poco por el embarcadero y quedarnos del lado del que estábamos. Allí, como suele pasar en Dakar, se nos aproximó el típico que quería sacar tajada del par de turistas que paseaban por allí. Básicamente, nos siguió durante todo nuestro paseo dando explicaciones que nadie le había pedido, y solo nos lo pudimos quitar de en medio con una propina. A lo largo del viaje aprendimos a deshacernos de manera mucho más fácil de los buscavidas que nos topamos por el camino.
Nos adentramos caminando hasta la zona en la que se fabrican las piraguas y encontramos a algunas personas en plena tarea, en ese momento, dedicándose a la pintura de las mismas. También vimos por primera vez a los moutons senegaleses, unos borregos enormes que comen principalmente en la fiesta de Eid al finalizar el Ramadán. Estos animales los encontraríamos por todo el país posteriormente.












Volvimos cansadísimos hacia el Plateau, y previo paso por la Gran Mezquita de Dakar, atravesar la medina y asomarnos al mercado Sandaga, que ya estaba cerrando, llegamos a la casa para compartir el inicio de la noche con nuestros amigos e irnos rápidamente a la cama para prepararnos para la aventura del día siguiente.


El mercado Sandaga, construido en 1935 tiene una planta arquitectónica muy bonita, aunque difícilmente apreciable por la cantidad de barracas y puestos improvisados del exterior, que lo tapan completamente. En este lugar se venden todo tipo de productos alimenticios.


Ruta: Dakar – Isla de Goré – Reserva de Bandia – Laguna de Somone – Cementerio de Conchas de Fadiouth – Isla de Fadiouth – Palmarin – Djiffer – Delta del Saloum (Falia) – Ziguinchor – Abene – Usui – Mlomp – Elinquín – Cap Skirring – Diembering – Bouyouye – Siganar – Ninabalan – Ziguinchor – Thiès – Saint Louis – Reserva de las Aves de Djoudj – Desierto de Lompoul – Kébemer – Dakar