Llegó nuestro último día en Santo Antão, y en Porto Novo alquilamos un coche para recorrer alguna de las carreteras que nos causaban curiosidad. Esta isla tiene numerosos destinos, caminatas y aldeas escondidas, por lo que podríamos haber pasado meses explorando cada rincón. Como el tiempo apremia, nos decantamos por el camino que lleva hasta Ribeira da Cruz con una parada intermedia en la villa de Alto Mira. Iniciamos el recorrido sin prisas, discurriendo despacio y tranquilos a lo largo de una carretera que al inicio pasa por unos paisajes bastante secos y agrestes, característicos de la parte oeste de esta isla. Parece que para llegar a la punta oeste, en Tarrafal de Monte Trigo, hay que recorrer bastantes horas
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Penúltimo día para recorrer esta isla. Volvimos a desplazarnos con Vany en su aluguer rojo. Esta vez recorrimos la más amplia de las riberas que desembocan en el norte de la isla, y la que da el nombre a la ciudad donde nos hospedábamos: Ribeira Grande. Después de desayunar, salimos, recorriendo poco a poco y sin prisa los diferentes caminos que van subiendo por la montaña paralelos al río. Estos pueblos con nombres difíciles de recordar como Coculi, Boca de Coruja, Lombo de Santa o Manta Velha, parecen perdidos en el tiempo, escarpados entre montañas y donde a sus habitantes no les preocupa perder un rato de su tiempo hablando contigo. Gente encantadora que te muestra sus tradiciones y te
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Descansamos como niños pequeños en Ribeira Grande, pues el día anterior habíamos acordado con el conductor de Jéssica y Andrés una ruta por algunos de los caminos del nor-este de la isla. Nos propuso salir temprano en la mañana para que nos diese tiempo a hacer de todo. Y así fue. Después de desayunar en Ribeira Grande, donde hice las fotos de arriba, salimos hacia el interior de la isla a lo largo de la Ribeira de Torre, una carretera que serpentea por dentro de un cañón verde entre montañas escarpadas. A sus orillas hay plantaciones de banano, papaya, caña de azúcar y otros tantos productos típicos de estos climas. La gente cría patos, cerdos, cabras y vacas, y varios
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Aterrizamos en Mindelo, Isla de São Vicente, sin mayor inconveniente, nos dirigimos al hotel, circulando por la avenida que transcurre a lo largo de la Bahía do Porto Grande, disfrutando de las preciosas vistas hacia la inmensa isla de Santo Antão, situada justo en frente. Desde la ventana de nuestro hotel, el mural de Cesária Évora tallado por Vhils nos contemplaba e hipnotizaba de manera deslumbrante. Nos sorprendió la ciudad de Mindelo, por los coloridos de sus casas coloniales y la buena conservación en general que tiene el centro histórico. Aunque es pequeño, las callejuelas son muy agradables, y los barcos anclados en el puerto, con las montañas de Santo Antão de fondo, le dan un toque idílico a la
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