Maputo estaba esperándome. Después de más de tres años en Mozambique, aún no conocía la capital del país. Refugiado en la zona norte, soñaba con las maravillas de la gran ciudad. Me imaginaba Maputo como un Nueva York a la africana, un paraíso terrenal donde podría acceder a todos los lujos que necesitase. Y así era, una preciosa ciudad con todo tipo de arquitecturas mezcladas, con mozambicanos vestidos a la última moda (entiéndase “última moda africana”!). Restaurantes de todo tipo y un bar en cada esquina. ¿Puede ser que me recuerde a Madrid? No sé, pero me sentí como en casa. Sí, debo reconocerlo, soy un chico de ciudad y Pemba no deja de ser un pueblecito costero donde
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Tras estos días de pausa, lluvias, destrucción de carreteras y dolores de cuello debido al cuatro por cuatro, recupero el acceso a internet y tengo un tiempo para seguir contando el pequeño paseo por el Sur de África. Retomamos camino hacia otro parque de Swazilandia, esta vez hacia Mlilwane Wild Sanctuary, un lugar mágico donde puedes dormir en las casas tradicionales Swazis, y muchas de las rutas que se pueden hacer son a pie, no hay grandes carnívoros, y las zonas de cocodrilos e hipopótamos, están relativamente controladas. Darse un paseo entre cebras y ñus con toda tranquilidad por la mañana ayuda a asegurarte un buen día. Sin embargo, llegar hasta allí por las carreteras de este país y
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Estoy escribiendo esto con un chorro constante de sudor resbalando desde mis sienes hasta la barbilla; las gotas se me acumulan en el pantalón, que va filtrando el humano fluido y provocando una mancha de aspecto desagradable que no para de crecer. Me encuentro en Pemba, sin electricidad, y por tanto, sin ventilador. No hay nada más desagradable que la humedad dentro de un edificio de cemento situado en pleno meollo de una ciudad tropical. Aprovecho mis últimos minutos de energía en la batería del portátil para escribir esto, mientras espero al servicio de reparaciones eléctrico, que puede demorar una hora, dos o incluso toda la noche. Venía de Mecúfi pensando en actualizar esto, pensando en la relativa maravilla
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Ya había ganas, no solo de ver a mi prima Irene sino de salir un poco de vacaciones. Han sido diez días intensos, con mucho movimiento, pero que han merecido la pena y me han ayudado a desconectar un poco de este Norte de Mozambique, maravilloso y precioso, pero a veces estresante por el calor y su propio ritmo tropical. Vuelo hacia Johannesburgo, donde llegaría dos horas antes que mi prima y sus amigos, tiempo en el cual aprovecharía para alquilar un coche. Era día 23 de Diciembre y la idea era pasar noche cerca del aeropuerto y salir temprano para pasar la noche del 24 en Phalaborwa, las puertas del parque nacional Kruger. Como siempre cabe esperar,
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