Estamos en Brasil, más concretamente en Manaus, capital de la amazonía brasilenha, antigua colonia de explotación del caucho.
Tras dos noches de barco hasta la triple frontera, llegamos a Tabatinga, desde donde, por suerte, conseguimos un barco el mismo día hasta Manaus, en el que pasamos otras tres noches en hamacas… Informo a lectores anónimos, que la migración de Tabatinga está lejos del puerto, que los barcos brasileños son mil veces mejores, con límite de pasajeros, con baños limpios y comida mejor y en más cantidad. Los cajeros automáticos de Tabatinga tienen unas colas impresionantes y estuvimos un buen rato aprendiendo a utilizarlos, porque hay que meter y sacar la tarjeta varias veces. Casi perdemos el barco con la tontería de ir a la policia y al cajero. También informo que si llegas a Tabatinga, te hospedas porque no encuentras barco ese día y luego vas a la policía, te ponen una multa de 100 dólares por no haber ido antes a la policía, es algo extraño pero cierto.
Bueno, el barco desde Iquitos hasta la frontera era un caos, mucho más pequeño que el barco hasta Iquitos, tenía unos baños negros que nunca limpiaron, la comida era siempre la misma (arroz con platano cocido y frijoles), había un niño que se meaba en todas las esquinas y su madre no le decía nada, algo repugnante. Pero lo peor y lo que más nos dolió a todos fue la gente tirando toda su mierda por la borda al río, una lástima ver botellas de cocacola y bolsas de plástico flotando a la deriva…
El barco brasilenho era otra cosa, la comida era bufet libre (nada del otro mundo, pero se agradecía), había muchos baños y estaban limpios, tenía hasta una sala de cine donde veíamos películas en portugués, nos lo pasamos bien. Era curioso, llevaban en cubierta una piscina con un manatí y en la bodega unos monos para un parque nacional. Ahora los pongo en las fotos.