El viejito del hotel de Delfos nos dijo “cuando estén llegando a Kalambaka, dense un momento para parar el coche y mirar al frente. No olviden llegar antes de que anochezca”.
Sin embargo nos fue imposible contemplar las vistas montañosas de las que todo el mundo hablaba. Después de haber visto en el mismo día Delfos y Osios Loukás, llegamos hasta Kalambaka de noche y bastante cansados. Encontramos el hotel y nos fuimos a dormir. El hotel, Monastiri Guesthouse, merece mención en el blog, pues la señora que atiende lo hace con todo el corazón, las habitaciones son simplemente insuperables y el desayuno es fantástico y recién hecho.
Por la mañana abrimos el balcón de la habitación y allí estaba, el complejo montañoso de Meteora, que tantas veces habíamos visto en fotos, pero que en la realidad supera a cualquier imagen que puedas ver por internet. Tener esto “dentro” de tu habitación no tiene precio.
Después nos fuimos aproximando con el coche hacia lo alto de las montañas, y fuimos visitando cada uno de los monasterios que se ubican en las cumbres de algunos de los picos. Parecen suspendidos de las nubes, y comienzas a pensar en cómo pudieron construirlos, son una maravilla de la humanidad, y que de nuevo, están en la lista de patrimonio de la humanidad, por supuesto.
Son seis los monasterios que actualmente funcionan, pero ha habido otros a lo largo de la historia. Cada día de la semana uno de ellos cierra sus puertas a las visitas, pero visitar cinco ya es un número de sobra para tener una idea muy amplia de cómo son y cómo funcionan. En ninguno permiten hacer fotografías, en todos cobran una entrada de tres euros y en casi todos hay que subir un buen tramo de escaleras para acceder a ellos, pero vale la pena, sobre todo por las vistas.
Tuvimos un día muy soleado, pero lleno de viento. Igualmente, siempre es mejor eso que la lluvia, que te impide disfrutar de las vistas. Aunque hay algunas fotos por internet de días nublados que dan una envidia insana, aquí dejo las mías para el disfrute de los que no han tenido oportunidad de ir por allá.
Al día siguiente emprendimos camino hacia Atenas y tristemente viajamos a Madrid, suponiendo esto el fin del periplo griego.