Paraguay es Guaraní

Por la mañana me avisaron de la salida de un bus a las 9:30 hacia Asunción desde Pedro Juan Caballero, y que luego ya no había otro hasta la noche, por lo que estuve el primero en la puerta de la migración de Brasil (que abría a las 9:00) para sellar mi pasaporte. Abrieron a las 9:10, y con los nervios, un taxi me llevó rapidísimo hasta la migración en Paraguay, y desde allí hasta la estación de bus. Ya eran las 9:40 y alcanzamos al autobús cuando ya salía por la carretera principal hacia el interior del país. Lo logramos!

El viaje prometía, un autobús bastante amplio, cómodo y con pocos pasajeros. Las carreteras de Paraguay son rectas infinitas, por lo que dormir fue una tarea muy fácil. No obstante, me mantuve despierto los primeros kilómetros, porque, aunque no podría bajar a visitarlo debido a la dificultad de las conexiones de autobús, en el camino se encuentra el Parque Nacional Cerro Corá, donde se libró el último combate de la guerra contra la triple alianza. Aquí cayó el presidente Francisco Solano López con el grito “Muero con mi patria!”.

Desde el autobús pude presenciar varias de las montañas rojizas rodeadas de bosque atlántico que existen por esta zona, sobresaliendo el propio cerro. No pude hacer buenas fotos, pues las ventanas estaban ahumadas y el movimiento del bus tampoco ayudaba, pero hice lo que pude. Me habría gustado tener vehículo propio para poder conocer este lugar que parece tan fantástico. Un poco más adelante también se encuentra otro cerro, llamado “Cerro Memby”, que es incluso más espectacular que los otros, y que según me contaron es un lugar sagrado de la cultura guaraní.

Después de esto, me dormí una larga siesta (y leí bastantes páginas de alguno de los libros que llevé a ese viaje) hasta la ciudad de Asunción, a donde llegué sobre el medio día. Poco a poco, se fueron subiendo cientos de pasajeros, hasta tal punto que algunas personas tuvieron que ir de pie. Lo bueno, es que en estas cientos de paradas, se subían vendedores de chipa (pan de queso) y milanesas de carne (comida típica del país) que me amenizaron las horas de viaje.

Una vez en la ciudad, escogí un hostal y salí rápidamente a caminar por las calles del centro. Pude pasear un poco por los puntos clave de la ciudad, como la estación central de ferrocarriles, la plaza Uruguaya (con su estatua de Artigas en posición idéntica a la que hay en Quito) o la plaza conformada por cuatro plazas a unas cuatro cuadras de allí. También pude ver desde fuera el palacio de gobierno, llamado Palacio de López, y finalmente me dirigí al paseo marítimo (La Costanera).

El hostal donde me quedé fue residencia presidencial!!

Pues este paseo, donde, en mi imaginación, iba a sentarme a tomar una cerveza y ver la puesta del sol sobre el río Paraguay en la Bahía de Asunción, resultó ser un lugar donde no hay ni un solo bar ni cafetería donde sentarse. Es un lugar bonito con unas hermosas vistas y playas en el río, pero que solamente es transitado por personas que salen a correr. Y allí mismo hay una barriada de casitas que no da mucha seguridad cuando empieza a oscurecer. Así que decidí volver hacia la zona centro, cenar algo y acostarme para iniciar el día siguiente.

Por la mañana, lo primero que hice, fue subir al barrio de San Jerónimo, pintado de miles de colores y con una escalinata que recuerda a aquella de Río de Janeiro pero millones de veces más modesta. Era muy temprano, por lo que el barrio estaba vacío, lo que me permitió sacar algunas fotografías y perderme un poco por sus laberínticas calles. Este es un remanso de paz que busca atraer a los turistas utilizando estrategias como las que se pueden ver en Medellin. Un bonito lugar.

Desde allí, me fui en autobús a visitar el cementerio de La Recoleta. Me llamó la atención que se llamase igual que el famoso cementerio de Buenos Aires, y al leer un poco sobre él, descubrí que es donde se enterraban los personajes importantes del país y que está lleno de mausoleos. Lo primero que sorprende, es lo muy deteriorado que está. Hay panteones abiertos, ataúdes rotos y olores de cajas rezumantes que circulan de un pasillo a otro. Me resultó un lugar decrépitamente interesante.

Tras este periplo mañanero, tomé un autobús dirección sur y me bajé en un pueblo colonial llamado Yaguarón, precioso. Sus casas de colores con pórticos y columnas te alejan de la arquitectura predominante de Paraguay. El tiempo en este lugar parece detenido y los vecinos me observaban curiosos, pues creo que no habían visto un turista en mucho tiempo. Una iglesia jesuita en medio del pueblo hecha en madera e igualita a las que había visitado en Bolivia, me hizo ser consciente del amplio espectro que tuvo esta orden en Sudamérica. Y yo me dirigía hacia su epicentro, cerca de Encarnación, al sur del país.

Después de pasear por Yaguarón, que es bien pequeño y tiene poco que visitar, esperé un buen rato en un restaurante de carretera por algún transporte que llegase dirección sur. Me comí un plato gigantesco de milanesa con ensalada y patatas con una cerveza Pilsen bien fría hasta que apareció un autobús que me llevó hasta mi destino mientras yo dormía plácidamente.


Fecha: 1-18 de noviembre de 2018

Ruta: Santa Cruz de la Sierra (BO) – San Javier (BO) – Concepción (BO) – San José de Chiquitos (BO) – Chochis (BO) – Santiago de Chiquitos/Valle de Tucabaca (BO) – Corumbá (BR) – Passo do Lontra/Pantanal Sul (BR) – Bonito (BR) – Recanto Ecológico Rio da Prata (BR)- Pedro Juan Caballero (PY) – Asunción (PY) – Yaguarón (PY) – Encarnación (PY) – Trinidad (PY) – Jesús de Tavarangüe (PY) – Foz do Iguaçú (BR) – Porto Alegre (BR) – Rio Branco (UY) – Montevideo (UY) – Colonia del Sacramento (UY) – Buenos Aires (AR)

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