Parque Nacional Chingaza

En una escapadita a Bogotá para el evento de cierre de un proyecto, pude aprovechar, junto con algunos amigos, para conocer el páramo que abastece de agua a la población capitalina de Colombia.

El Parque Nacional Chingaza se encuentra ubicado en la sierra que rodea la ciudad de Bogotá, y en su mapa tiene forma de mariposa. Para hospedarnos, elegimos un lugar cerca del pueblo de Shiecha, aunque el primer día entramos desde el pueblo de Fomeque en coche para llegar hasta la zona de Monterredondo. De camino hasta este sendero tuvimos que deternernos innumerables veces, pues por todo el camino aparecieron diversos venados alegrándonos el día. Asustados, pero curiosos, continuaban comiendo con una oreja levantada mientras se dejaban fotografiar. Esto ya nos indicaba lo rico en biodiversidad que puede ser este precioso parque.

Llegamos al sendero de Monterredondo, donde una ruta circular te lleva hasta lo alto de un mirador, desde donde se contempla el embalse del río Chuza. En este camino hay un bosque andino muy bonito y el sendero te muestra los invernaderos y los esfuerzos que se están haciendo para repoblar la zona con flora nativa. También hay una cafetería donde disfrutar de un chocolate caliente antes de disponerse a caminar.

Después del paseo entre frailejones y paisajes espectaculares, llegamos a Siecha, donde el hotel que habíamos reservado (Café de la Huerta) nos esperó para descansar plácidamente y pudimos cenar rico y en su restaurante. Estos pueblitos son muy tranquilos y la vida parece que pasa más despacio.

Por la mañana fuimos hacia la ruta de las lagunas de Siecha. Este sendero discurre por un páramo completamente repleto de frailejones de diferentes especies, paralelo a unas lagunas preciosas y camuflado por la niebla. Este es un lugar donde los osos de anteojos suelen asomarse a saludar, aunque no tuvimos esa suerte. Poco a poco fuimos subiendo, y en un momento dado, desde lo alto, un cóndor pasó y se volvió a esconder entre las nubes mientras el paisaje se abría y nos sorprendía con sus abruptas montañas y el complejo de lagos preciosos. Este lugar es para tomárselo con calma, caminar despacito y sentarse en varios tramos a disfrutar de lo que ofrece la naturaleza. Un lugar para trabajar la introspección bien abrigadito.

Antes de regresar paramos en la capilla de Huasca, un monumento arquitectónico del siglo XVIII y que fue levantado por los dominicos para evangelizar a los Muiscas, antiguos pobladores y dueños ancestrales de este territorio y estos páramos tan maravillosos. Sorprende cómo lugares tan antiguos y que han recibido tan poco cuidado, siguen en pie…


Fecha: 22 y 23 de marzo de 2019

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *