Toronto, el atardecer eterno

Llegamos al hotel justo a la hora del check-in, lanzamos las maletas a la habitación y salimos con ansia para conocer esta bonita ciudad. Caminamos primero en busca de un transporte público que nos acercase al centro, sin embargo, no lo logramos, pues las rutas, desde donde estaba el hotel, daban unas vueltas medio raras y acabamos por llegar caminando hasta el mercado de St. Lawrence, hecho en ladrillo y con mil y una delicias alimenticias en su interior. Era la hora de comer, y pasear cerca de estos puestos nos abrió el apetito, el cual saciamos inmediatamente en unos banquitos de madera que tiene en un lateral.

Seguimos caminando para tratar de cumplir con nuestros objetivos, y llegamos hasta la zona donde se encuentra la Torre CN, la que fuese hasta 2010 la construcción más alta del mundo con sus 553,3 metros de altura. Aunque sigue siendo la torre más alta de América, se encuentra actualmente en el número 9, superada, como es de esperar por varias torres asiáticas y de Oriente Medio. De camino hacia este lugar pasamos por la fuente más bizarra que he visto en mi vida; la Dog Fountain, donde múltiples perritos escupen agua hacia el cielo.

Cuando ya pensábamos que estábamos cerca, una red de túneles y vías de tren se enmarañan en la zona, y los pasadizos subterráneos muestran murales muy bonitos de las poblaciones originarias canadienses. Finalmente alcanzamos la entrada, no sin antes rodear el famoso acuario de Toronto y esquivar a miles de personas que en ese instante salían del estadio de baseball “Roger Centre”, donde parece que habían jugado los Blue Jays hacía un rato. Muchos de estos aficionados, aprovecharon para subir también a la torre.

Esta cantidad ingente de personas hizo que nos chupásemos una fila de aproximadamente una hora; pero al contrario que en las colas de los edificios a los que subimos en Chicago, aquí, hay entretenimientos como vídeos, magos, músicos, y todo tipo de atracciones que al menos te entretienen un rato mientras aguantas de pié y dando pasos cortitos.

Una vez arriba, hay dos niveles visitables, y hay opción (obviamente pagando más) de salir con arneses para caminar por fuera de la cubierta del edificio y asomarte al vacío. Nosotros nos conformamos con disfrutar de las vistas de la ciudad desde lo alto y hacernos algunas fotografías con el suelo de cristal. La verdad es que la saturación de gente no permitió disfrutar lo suficiente; pasamos más tiempo esperando para subir que el que pasamos viendo el paisaje.

Antes de que anocheciese, nos acercamos al puerto en el Lago Ontario, donde hay unas islas conocidas como “Toronto Islands”. Parece que este puerto estuviese hecho a propósito como una trampa para turistas. Cientos de restaurantes y bares con terrazas agradables te ofrecen suculentas bebidas y comidas, al mismo tiempo que múltiples barqueros te ofrecen viajes privados hasta las islas.

Como en el mapa figuraba la ruta del barco dibujada en una línea punteada desde un punto más hacia el Este, decidimos caminar un poco para ver si encontrábamos alguna opción de transporte más económica. Y, efectivamente, la había: unos ferrys que salen periódicamente hacia y desde las islas, por lo que compramos el ticket a precio de transporte público y nos lanzamos a la aventura.

Según el barco se iba acercando hacia las islas, se iba apreciando el skyline de la ciudad, con su CN Tower definiendo el característico perfil que hace famosa e inolvidable a esta ciudad. Poco a poco, los edificios se fueron haciendo más pequeños, hasta que nos bajamos en el pequeño muelle de la isla. El barco de regreso saldría una hora después, por lo que una vez allí, caminamos un poco por los senderos hasta llegar al punto que consideramos adecuado para disfrutar del atardecer. Y vaya si lo era! El sol se fue poniendo, oscureciendo el cielo y tornando el horizonte de colores azul oscuro hasta unos púrpuras mezclados con naranja y rojo. Delante de todo esto, el perfil de edificios acompañados por aviones que despegaban y aterrizaban constantemente, hicieron de este momento de la tarde uno de los mejores de todo el viaje.

Aunque casi no entramos en el barco de regreso, y muchas personas se quedaron fuera (una hora de espera hasta el siguiente), logramos alcanzar de nuevo el continente, para cenar, y poco a poco, regresar caminando hasta el hotel, donde caímos rendidos hasta el día siguiente.


Fecha: 10 al 25 de Agosto de 2019

Ruta: Chicago – Middlebury – Shipshewana – Detroit – Niagara-on-the-lake – Niagara Falls – Toronto – Fergus – Elora Gorge Conservation Area – St. Jacobs – Bruce Peninsula (Fathom Five – Tobermory – Mermaid Cove – Singing Sands – Log Dump – Miller Lake) – Manitoulin Island (South Baymouth – M’Chigeeng – Bridal Veil Falls – Gore Bay – Silver Water – Misery Bay – Cup & Saucer Trail) – Sault Ste. Marie – Upper Peninsula (Tahquamenon Falls – Grand Marais – Chapel Falls – Munising – Miners Castle – Mosquito Falls) – Lake of the Clouds – Summit Peak – White Pine – Bergland – Madison – New Glarus – Monticello – Monroe – Chicago

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