Fecha: del 26 de diciembre de 2021 al 9 de enero de 2022
El día anterior habíamos conseguido cuadrar con un guía la excursión a este lugar, al que solo se puede acceder en barco. Finalmente, subiríamos a una de las famosas pirogues para adentrarnos en uno de los lugares más biodiversos de Senegal y que a su vez alberga restos de culturas ancestrales del oeste de África. Por este motivo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2011. El parque nacional alberga, en sus 76.000 hectáreas, una gran cantidad de islas de manglar, lugares de reproducción de aves y también un bosque seco. Impresionante.
A primera hora, después de desayunar, nos dirigimos hasta Djiffer, un puerto pesquero infinito en lo amplio y en lo caótico. Cientos de personas se congregaban allí, bien para recibir a los pescadores que salían, bien para hacer cualquier otro tipo de negocios. Cantidades ingentes de basura y miles de piraguas amontonadas, además de camiones, carros y animales, te eclipsan lo que probablemente sea una playa maravillosa de arenas blancas.
Lo primero que llama la atención de las piraguas son las banderitas de diferentes países colocadas en sus puntas. Imagino que son algunos de los países con los que sueñan los dueños de estas embarcaciones, que son las que suelen encontrarse en las Islas Canarias cuando hay un arribe de migrantes. En lo personal, nunca imaginé que pudiesen llegar a ser tan grandes y tan hermosamente decoradas.
Con un pequeño salto nos subimos a una de estas preciosas barcas y nos comenzamos a adentrar entre los mil recovecos del delta. Los manglares, creciendo como locos en las márgenes de los riachuelos sobreviven frente a la cantidad de basura y depredación humana. Poco a poco, la multitud del puerto de Djiffer se fue empequeñeciendo hasta desaparecer completamente. Solamente el ruido del motor, del agua y de los pájaros nos acompañaron en ese rato. Por el camino vimos algunos pequeños lodges perdidos entre los árboles y algunas plantaciones de cocoteros que asomaban en las orillas. Nos adentramos en algunas bocanas sin salida y vimos multitud de aves descansando sobre las ramas o pescando.
Finalmente, llegamos hasta el pueblo de Falia, donde nos pasearon por las diferentes callejuelas de arena de playa y conchas. Pudimos interactuar con algunos pobladores y acercarnos a su mayor infraestructura, la mezquita. Los niños nos perseguían por todas partes y nos preguntaban quienes éramos y de dónde veníamos. El guía tampoco nos explicó demasiado sobre este pueblito de pescadores, pero pudimos disfrutar, aparte del calor insoportable, de la tranquilidad de la vida en este lugar.
Aunque no nos lo explicaron, pudimos ver un cartel que indicaba los límites del Área Marina Protegida de Sangomar, donde las diferentes comunidades del delta se organizan en acuerdos de gobernanza para realizar buenas prácticas pesqueras.
Después regresamos de nuevo al punto de origen para coger el coche y regresar hasta Dakar, pues al día siguiente debíamos volar para Ziguinchor, en la Casamance, donde pasaríamos el fin de año.
Ruta: Dakar – Isla de Gorée – Reserva de Bandia – Laguna de Somone – Cementerio de Conchas de Fadiouth – Isla de Fadiouth – Palmarin – Djiffer – Delta del Saloum (Falia) – Ziguinchor – Abene – Usui – Mlomp – Elinquín – Cap Skirring – Diembering – Bouyouye – Siganar – Ninabalan – Ziguinchor – Thiès – Saint Louis – Reserva de las Aves de Djoudj – Desierto de Lompoul – Kébemer – Dakar