León casi por sorpresa

Aunque no estaba en nuestros planes, la última noche, en Managua, donde teníamos el bus a las cinco de la mañana, salimos por el malecón, vimos la catedral vieja, la casa de los pueblos americanos y el monumento a Rubén Darío, comimos hamburguesas, tostones y acabamos, sospechosamente, bailando reguetón en una de las discotecas de la zona centro…. Volvimos al hotel, y dormimos plácidamente hasta las seis de la mañana, por lo que perdimos el bus y no había más posibilidades de viaje hasta el martes que ya era laborable. ¿La solución? Irnos a visitar León, que queda más cerca de la frontera hondureña.   Así que allí nos fuimos, y disfrutamos de otra bonita ciudad colonial algo más grande

Masaya y pueblos blancos

Llegados a Masaya después de abandonar la isla encontramos un cómodo hospedaje en la calle principal del pueblo, paseamos y disfrutamos del agradable y tranquilo ambiente que te ofrece la semana santa en Nicaragua, donde casi todos los comercios están cerrados y la mayoría del turismo nacional se concentra en las playas. Entre autobuses y autostops varios, subimos hasta lo alto del humeante volcán Masaya; rodeamos su cráter dando un paseo y visitamos el centro de interpretación. Después, a la tarde caminamos hasta el malecón de la laguna de Masaya, donde estuvimos buscando la “Pulpería Lucita” de la que habla Bunbury en la canción, y la encontramos… aunque lo que cuenta en la canción parece imposible que haya podido realizarlo

Granada, Ometepe y sus volcanes

Aprovechando la contingencia de la festividad de semana santa, nos decidimos por Nicaragua. Un plan improvisado pero premeditado en el que finalmente nos vimos involucradas seis personas. Tomamos un tica-bus de 12 horas San Salvador-Managua y de ahí nos fuimos directos para Granada, donde pasamos la primera noche entre bonitas calles coloniales y a la luz de una luna muy brillante.   Respirar tranquilidad, tener aceras y calles peatonales es algo a lo que no estamos acostumbrados aquellos que transitamos frecuentemente las calles salvadoreñas, por lo que la sensación fue placentera hasta unos niveles insospechados. El gaznate se refrescó con unas cervezas Toña y dormimos muy a gusto preparados para el nuevo día. Al medio día salimos hacia la isla de Ometepe, desde