Smoke that thunders

– ¿Y cómo decís que llamáis a esto? – preguntó el Dr. Livingstone secándose el sudor de la frente al detenerse a contemplar tan bello espectáculo de la naturaleza – “Mosi oa Tunya”, que significa “El humo que truena” – dijo uno de los acompañantes locales de la expedición. – Muy bien, a partir de ahora se llamarán “Cataratas Victoria” y Yo las he descubierto – añadió el Dr. Livingstone.  – Ok… – respondió el nativo con cara de pena.  Como bien habréis averiguado, no conseguí conexión a internet en todo el viaje, o al menos, si la conseguí, no dispuse del tiempo suficiente ni de los medios adecuados para actualizar esto a tiempo real.   Finalmente me encontré en

Paso a paso descubro Lusaka

Anoche llegué a Lusaka, bastante tarde, y tras un pequeño susto con un cajero automático que se tragó mi tarjeta nada más llegar, puse los pies en el hostal en el que tenía planeado dormir. El asunto del cajero conseguí arreglarlo porque tuve suerte y el banco estaba abierto; tras suplicarles y rogarles me devolvieron la tarjeta y me salvaron el culo…   Hoy he paseado por la ciudad, llena de supermercados inmensos y una distribución de las calles al estilo Johannesburgo, he paseado bajo el sol un buen rato. Me he metido en uno de los mercados del centro, donde venden cachibaches chinos y discos piratas, lo típico de los mercados africanos que he visto hasta ahora. También he

Mareja

Sí, es cierto que este país tiene un gran número de atractivos, pero también es cierto que desde Cabo Delgado, el acceso a muchos de ellos es prácticamente impensable de tan remoto. El tiempo de un fin de semana tampoco ayuda,  y las carreteras están en malas condiciones. Por todo esto, y porque nos gusta, volvimos al Parque Nacional das Quirimbas. Contactamos con un pequeño campamento llamado Mareja, en la zona Sur-Este del parque, donde hay unas casas para quedarse a dormir y un grupo de chicos muy amables te enseñan la zona. Al igual que en el campamento Taratibu, desde aquí paseamos con Peter, un “ranger” (guardaparques) inglés, que se dedica a patrullar la zona con su equipo y

Caras de Moçambique

La semana pasada tuvimos el honor de recibir en Mecúfi la visita presidencial (sin comentarios), y bueno, aprovechando el tumulto de personas, tiré algunas fotos de caras bonitas de la tierra en la que llevo ya prácticamente un año. Parece que soy el único al que le sorprendió tanto helicóptero… Llevo tiempo sin subir nada, pero entre la mala conexión y los pocos lugares visitados, queda este blog un poco desocupado hasta Septiembre. Que, adelanto ya, iré a Zambia y a Tanzania. Así que agárrense, que espero tirar todas las fotos que pueda.

Sorpresas entre el mato

Llevaba mucho tiempo oyendo hablar sobre las caidas del río Lúrio. Todos hablaban de que “les habían contado, les habían dicho”, pero nadie había ido.   Total, que aprovechando unos cuantos días seguidos de sol, y suponiendo que el camino hasta el lugar estaría seco y el coche podría pasar, decidimos hacer una incursión de avanzadilla investigadora. Llegamos hasta Chiure, donde se toma el desvío por carretera de arena. Pasando comunidades perdidas, donde la gente nos miraba sorprendida; primero por encontrarse dos coches y segundo porque esos coches iban llenos de blancos. Y, claro, un blanco, siempre sorprende, y si tienes suerte, quizás, hasta te de unas monedillas, un boli o una botella de agua vacía. Después de una hora

Islas nuestras de cada día

Nuevos destinos y nuevos caminos. Esta vez, al norte, de nuevo hacia el Parque Nacional das Quirimbas. Y es que este lugar da para mucho. Entre caminos de arena de playa, con el 4×4 a todo trapo y esquivando cocoteros, gallinas, cabritos y niños. El coche subía y bajaba “estilo guerra” (como dicen aquí). Y así, poco a poco, y entre bache y bache, llegamos a Pangane; un pueblito de pescadores aislado del mundo, donde instalaron la electricidad el año pasado.     El pueblo termina en un saliente hacia el mar, donde un hombre tiene algo a lo que denomina “camping”. Allí, mires donde mires, hay playa; una playa que es la letrina de la comunidad, lo que le

El otro lado de la bahia

Al otro lado de la bahía de Pemba, muy cercano pero muy lejano si no tienes un barco, se encuentra un complejo de casas de lujo, apartadas del bullicio, tranquilas y en las que viven unos grupos de blancos de los que poca gente sabe nada.   El lugar es maravilloso, con arrecifes de coral en la primera línea de la playa, tanto, que cuando baja la marea algunos asoman. Un lugar tranquilo, sin ruido, sin basura y donde poca gente te puedes encontrar. Nada que ver con el caos de la playa de Pemba los domingos por la tarde.   Entre estas casas existe un hotel compuesto por varias casitas, donde pasar la noche vale 500 dólares por persona

Por fin montaña

Aunque con retraso, revuelvo a la vida operacional del blog. Ya pasadas las vacaciones y retomado el ritmo habitual de trabajo, aprovecho para hablar, brevemente, sobre el fin de semana en que nos fuimos al interior.   Visitamos al fin Montepuez, esta especie de far west mozambicano con calles anchas y casas grandes. Un lugar diferente a la playera Pemba, pero con una forma de vida más mestiza. Aquí confluyen chinos, indios, tanzanos, europeos y toda clase de mundos inimaginables. La explotación de minerales en esta zona es algo misterioso pero que mueve muchas personas.   Rodeada de montañas rocosas aprovechamos para visitar algunas comunidades de la zona y al día siguiente fuimos a hacer una excursión (roca a través)

Salir de Swazilandia es sencillo

Tras estos días de pausa, lluvias, destrucción de carreteras y dolores de cuello debido al cuatro por cuatro, recupero el acceso a internet y tengo un tiempo para seguir contando el pequeño paseo por el Sur de África.   Retomamos camino hacia otro parque de Swazilandia, esta vez hacia Mlilwane Wild Sanctuary, un lugar mágico donde puedes dormir en las casas tradicionales Swazis, y muchas de las rutas que se pueden hacer son a pie, no hay grandes carnívoros, y las zonas de cocodrilos e hipopótamos, están relativamente controladas. Darse un paseo entre cebras y ñus con toda tranquilidad por la mañana ayuda a asegurarte un buen día. Sin embargo, llegar hasta allí por las carreteras de este país y

Hlane, leones entre monocultivos

Entré en Swazilandia consciente de dónde estaba entrando. El país con el índice de VIH más alto del mundo. Un país pequeño, donde su población está concentrada y del que yo desconocía prácticamente todo, salvo que existe un rey bastante peculiar que tiene nosecuantas esposas y nosecuantos miles de hijos. En el propio puesto fronterizo hay un dispensador de condones, y no te los dan de uno en uno, no; te dan un paquete con una docena de preservativos, lo que impacta a cualquiera nada más llegar.   En fin, un país que yo imaginaba chocante resultó convertirse para mi, en el país más extraño jamás visitado. Una vez pasamos las carreteras de arena entre montañas, llegamos a un mundo