Lago Kivu y Parque Nacional de Nyungwe

El segundo día, después de pasar el año nuevo en Kigali, viajamos al Oeste del país, hacia el lago Kivu, atravesamos el Parque Nacional de Nyungwe, lleno de curvas que suben y bajan a través de este espectacular bosque tropical nublado. Finalmente pasamos la noche en un pueblito fronterizo con República Democrática del Congo; Cyangugu.   Es interesante como en Rwanda están prohibidas las bolsas de plástico, hasta tal punto de que te las confiscan en el aeropuerto según llegas. Todos los rwandeses tienen que hacer trabajos para la comunidad una vez por semana y las aceras están limpias y ajardinadas, los agujeros de las carreteras tapados y en general todo funciona bastante bien. Un gran contraste con los otros

Lago Muhazi

El día 29 de Diciembre viajé desde Maputo con Ethiopian Airlines hacia Kigali, capital de Rwanda, para encontrarme con Montse, María y Martina, las tres emes, a partir de ahora.   Era la primera vez que viajaba con esta compañía, y hacía escala de Addis Abeba. En las pantallas de información decía “on time” para el vuelo que tenía que tomar, después escribieron “boarding”, y sin embargo la puerta de embarque se mantenía cerrada. Pregunté varias veces en varios lugares y siempre me decían que aún no salía el vuelo, que esperase. Media hora después de la supuesta salida del vuelo, la pantallita da la siguiente información: “departed”. COMO??? Vuelvo a preguntar y la respuesta de nuevo fue “not jet”.

Inhambane y Tofo

Pasamos unos días antes de final de año en la zona de Inhambane, donde vive Salvi muy a gusto. Un lugar tranquilo, una ciudad colonial con muchos colores en las paredes y en las pieles de sus habitantes. Paseamos un poco por allí y pude hacer algunas fotos; sin embargo nuestro destino era el relax en la playa; en Tofo y Tofinho, en una casita que nos sirvió de cobijo para pasar unos días aislados del mundo. Vino Gunta, mi amiga Letona con la que compartí vivienda en Chile, hace ya varios años… y visitamos los manglares, fuimos en busca del tiburón ballena (bastante fácil de ver por esta zona) y paseamos por las enormes dunas de Tofo. No conseguimos

y al final te estaré esperando…

Maputo estaba esperándome. Después de más de tres años en Mozambique, aún no conocía la capital del país. Refugiado en la zona norte, soñaba con las maravillas de la gran ciudad. Me imaginaba Maputo como un Nueva York a la africana, un paraíso terrenal donde podría acceder a todos los lujos que necesitase.   Y así era, una preciosa ciudad con todo tipo de arquitecturas mezcladas, con mozambicanos vestidos a la última moda (entiéndase “última moda africana”!). Restaurantes de todo tipo y un bar en cada esquina. ¿Puede ser que me recuerde a Madrid? No sé, pero me sentí como en casa. Sí, debo reconocerlo, soy un chico de ciudad y Pemba no deja de ser un pueblecito costero donde

Malawi en un flechazo

Después del paseito por Zambia con mis queridísimas, hicimos una última barbacoa con productos de primera calidad; después cruzamos hasta Lilongwe, capital de Malawi, donde tuvimos que separarnos tristemente en su caótica estación de autobuses. Desde allí me esperaban dos días y medio de carreteras hasta el Noreste de Tanzania, Arusha; donde me encontraría con mi familia para comenzar con la segunda parte del viaje. Querría haber conocido Malawi, me habría gustado bañarme en su lago, probar sus comidas y conocer a su gente; sin embargo, me tuve que conformar con sus carreteras y sus adelantamientos al más puro estilo boliviano. Después de un día entero de camino, hice noche en Mzuzu y madrugué de nuevo para llegar hasta Mbeya,

Pistas infinitas en el Sur del valle

Con el depósito del coche al límite, llegamos a Mfuwe, donde se encuentra la única gasolinera en kilómetros a la redonda. Entramos en ella y nos dicen que no hay combustible, que llega “pasado mañana”. Entonces tuvimos que formular la famosa pregunta: “dónde queda el mercado negro?”, y el tipo nos señala un techadito de hoja de palma lleno de bidones. Total, que llenamos el depósito de black market petrol y ya estábamos listos para enfrentarnos al Parque Nacional de South Luangwa. Antes de salir hacia el parque, decidimos comer algo de comida local en un restaurante tipo chamizo que encontramos en Mfuwe, y aunque estuvo bueno, se nos olvidó consultar precios antes de comérnoslo, y fuimos asaltados a mano

Luambe, o el dulce canto del hipopótamo

La salida desde North Luangwa es a través de las arenas del río, por un lugar llamado el pontoon, donde, si no fuese por las indicaciones de los rangers que vigilan la puerta, probablemente nos habríamos quedado hundidos en el lodo. Salimos airosos de aquello y continuamos por las carreteras de arena que se bifurcan tantas veces como estrellas hay en el firmamento. Pasamos entre las múltiples aldeas que circundan el parque y sus respectivos cultivos; admiramos las bonitas casas de arena redondas y pintadas de colores, y nos perdimos tantas veces que aún me sorprende que esté sentado en esta silla escribiendo esto. No podemos dejar de agradecer a la página tracks4africa, a la guía Bradt, que nos proporcionó

El valle de Luangwa, comencemos desde el Norte

Después de alquilar un Toyota Hillux Surf y meter todo nuestro equipaje en la baca gracias a las filigranas de Jara y Teresa, emprendimos la marcha hasta Mpika, puerta de entrada hacia el Parque Nacional de North Luangwa. Nos esperaban dos jornadas de carretera y pocas cosas visitables en el camino, sin embargo, gracias a la emoción que teníamos en el cuerpo y la ansiedad por el viaje, se nos hizo corto y poco pesado. A mitad de trayecto, hicimos una breve parada en las cuevas Nachikufu. Son unas cuevas bastante mal conservadas, pero en las que se pueden ver pinturas rupestres de más de 15.000 años de antigüedad, con formas de elefante, cazadores con arco o siluetas ceremoniales. Un

Smoke that thunders

– ¿Y cómo decís que llamáis a esto? – preguntó el Dr. Livingstone secándose el sudor de la frente al detenerse a contemplar tan bello espectáculo de la naturaleza – “Mosi oa Tunya”, que significa “El humo que truena” – dijo uno de los acompañantes locales de la expedición. – Muy bien, a partir de ahora se llamarán “Cataratas Victoria” y Yo las he descubierto – añadió el Dr. Livingstone.  – Ok… – respondió el nativo con cara de pena.  Como bien habréis averiguado, no conseguí conexión a internet en todo el viaje, o al menos, si la conseguí, no dispuse del tiempo suficiente ni de los medios adecuados para actualizar esto a tiempo real.   Finalmente me encontré en

Mareja

Sí, es cierto que este país tiene un gran número de atractivos, pero también es cierto que desde Cabo Delgado, el acceso a muchos de ellos es prácticamente impensable de tan remoto. El tiempo de un fin de semana tampoco ayuda,  y las carreteras están en malas condiciones. Por todo esto, y porque nos gusta, volvimos al Parque Nacional das Quirimbas. Contactamos con un pequeño campamento llamado Mareja, en la zona Sur-Este del parque, donde hay unas casas para quedarse a dormir y un grupo de chicos muy amables te enseñan la zona. Al igual que en el campamento Taratibu, desde aquí paseamos con Peter, un “ranger” (guardaparques) inglés, que se dedica a patrullar la zona con su equipo y

Sorpresas entre el mato

Llevaba mucho tiempo oyendo hablar sobre las caidas del río Lúrio. Todos hablaban de que “les habían contado, les habían dicho”, pero nadie había ido.   Total, que aprovechando unos cuantos días seguidos de sol, y suponiendo que el camino hasta el lugar estaría seco y el coche podría pasar, decidimos hacer una incursión de avanzadilla investigadora. Llegamos hasta Chiure, donde se toma el desvío por carretera de arena. Pasando comunidades perdidas, donde la gente nos miraba sorprendida; primero por encontrarse dos coches y segundo porque esos coches iban llenos de blancos. Y, claro, un blanco, siempre sorprende, y si tienes suerte, quizás, hasta te de unas monedillas, un boli o una botella de agua vacía. Después de una hora

Islas nuestras de cada día

Nuevos destinos y nuevos caminos. Esta vez, al norte, de nuevo hacia el Parque Nacional das Quirimbas. Y es que este lugar da para mucho. Entre caminos de arena de playa, con el 4×4 a todo trapo y esquivando cocoteros, gallinas, cabritos y niños. El coche subía y bajaba “estilo guerra” (como dicen aquí). Y así, poco a poco, y entre bache y bache, llegamos a Pangane; un pueblito de pescadores aislado del mundo, donde instalaron la electricidad el año pasado.     El pueblo termina en un saliente hacia el mar, donde un hombre tiene algo a lo que denomina “camping”. Allí, mires donde mires, hay playa; una playa que es la letrina de la comunidad, lo que le

El otro lado de la bahia

Al otro lado de la bahía de Pemba, muy cercano pero muy lejano si no tienes un barco, se encuentra un complejo de casas de lujo, apartadas del bullicio, tranquilas y en las que viven unos grupos de blancos de los que poca gente sabe nada.   El lugar es maravilloso, con arrecifes de coral en la primera línea de la playa, tanto, que cuando baja la marea algunos asoman. Un lugar tranquilo, sin ruido, sin basura y donde poca gente te puedes encontrar. Nada que ver con el caos de la playa de Pemba los domingos por la tarde.   Entre estas casas existe un hotel compuesto por varias casitas, donde pasar la noche vale 500 dólares por persona

Salir de Swazilandia es sencillo

Tras estos días de pausa, lluvias, destrucción de carreteras y dolores de cuello debido al cuatro por cuatro, recupero el acceso a internet y tengo un tiempo para seguir contando el pequeño paseo por el Sur de África.   Retomamos camino hacia otro parque de Swazilandia, esta vez hacia Mlilwane Wild Sanctuary, un lugar mágico donde puedes dormir en las casas tradicionales Swazis, y muchas de las rutas que se pueden hacer son a pie, no hay grandes carnívoros, y las zonas de cocodrilos e hipopótamos, están relativamente controladas. Darse un paseo entre cebras y ñus con toda tranquilidad por la mañana ayuda a asegurarte un buen día. Sin embargo, llegar hasta allí por las carreteras de este país y

Hlane, leones entre monocultivos

Entré en Swazilandia consciente de dónde estaba entrando. El país con el índice de VIH más alto del mundo. Un país pequeño, donde su población está concentrada y del que yo desconocía prácticamente todo, salvo que existe un rey bastante peculiar que tiene nosecuantas esposas y nosecuantos miles de hijos. En el propio puesto fronterizo hay un dispensador de condones, y no te los dan de uno en uno, no; te dan un paquete con una docena de preservativos, lo que impacta a cualquiera nada más llegar.   En fin, un país que yo imaginaba chocante resultó convertirse para mi, en el país más extraño jamás visitado. Una vez pasamos las carreteras de arena entre montañas, llegamos a un mundo